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8 de septiembre: Aniversario de la histórica «Proclama para la abolición de las armas nucleares» de Josei Toda | «El punto de partida de las actividades pacifistas de la Soka Gakkai»

8 de septiembre: Aniversario de la histórica «Proclama para la abolición de las armas nucleares» de Josei Toda | «El punto de partida de las actividades pacifistas de la Soka Gakkai»

8 de septiembre: Aniversario de la histórica «Proclama para la abolición de las armas nucleares» de Josei Toda | «El punto de partida de las actividades pacifistas de la Soka Gakkai»

Humanismo Soka

lunes, 8 de septiembre de 2025

lunes, 8 de septiembre de 2025

En su novela La revolución humana, el maestro Ikeda dejó eternizado el encuentro del 8 de septiembre de 1957, día en que su mentor Josei Toda presentó la histórica «Proclama para la abolición de las armas nucleares», en el Estadio Mitsuzawa de Yokohama durante el Festival de Jóvenes de la Soka Gakkai. En relación con ello, señaló que la esencia de las actividades pacifistas de la organización es combatir las funciones negativas que anidan en el corazón humano y atentan contra la dignidad de la vida y contra el derecho a la existencia de toda la humanidad.

En su novela La revolución humana, el maestro Ikeda dejó eternizado el encuentro del 8 de septiembre de 1957, día en que su mentor Josei Toda presentó la histórica «Proclama para la abolición de las armas nucleares», en el Estadio Mitsuzawa de Yokohama durante el Festival de Jóvenes de la Soka Gakkai. En relación con ello, señaló que la esencia de las actividades pacifistas de la organización es combatir las funciones negativas que anidan en el corazón humano y atentan contra la dignidad de la vida y contra el derecho a la existencia de toda la humanidad.

En su novela La revolución humana, el maestro Ikeda dejó eternizado el encuentro del 8 de septiembre de 1957, día en que su mentor Josei Toda presentó la histórica «Proclama para la abolición de las armas nucleares», en el Estadio Mitsuzawa de Yokohama durante el Festival de Jóvenes de la Soka Gakkai. En relación con ello, señaló que la esencia de las actividades pacifistas de la organización es combatir las funciones negativas que anidan en el corazón humano y atentan contra la dignidad de la vida y contra el derecho a la existencia de toda la humanidad.

Foto: El maestro Toda en el Estadio Mitsuzawa de Yokohama, el 8 de septiembre de 1957.



A continuación se comparten fragmentos del capítulo «La declaración» de la novela La revolución humana

De pie ante el micrófono, con serena compostura, Josei Toda comenzó a hablar: «Hoy, el Festival de los Jóvenes ha transcurrido bajo un cielo despejado y soleado, sin asomos de la tormenta de ayer, como si los cielos quisieran recompensar el entusiasmo de ustedes. Con profundo júbilo, observé a los participantes de cada competición deportiva desplegar el espíritu de la Soka Gakkai, bajo el aplauso sincero del resto de los jóvenes que celebraban su esfuerzo.

»Sin embargo, a pesar de nuestra enorme alegría de hoy, es probable que la Soka Gakkai vuelva a ser objeto de persecuciones en el futuro. Nosotros mismos quizá nos veamos ante estos ataques de manera personal. Habiendo señalado esto, ahora quisiera transmitirles lo que, espero, consideren como la primera de mis instrucciones para el futuro.

»Como dije hace tiempo, la responsabilidad de la era venidera descansará sobre los hombros de los jóvenes. No es necesario que les diga que el kosen-rufu es nuestra misión. Deben llevarla a cabo sin falta. Pero hoy, me gustaría expresar clara­mente mis sentimientos y actitud con respecto a las pruebas con armas nucleares. Un tópico que en este momento se está debatiendo acaloradamente en la sociedad. Mi esperanza es que, como discípulos míos, hereden la declara­ción que estoy por hacer, y que, con lo mejor de su capacidad, difundan su propósito por todo el mundo.

»Aunque ahora se está desarrollando alrededor del mundo un movi­miento para prohibir los ensayos con armas nucleares, mi deseo es atacar el problema de raíz, o sea, sacar de un tirón las garras que están ocultas en las mismísimas profundidades de este asunto. Así, abogo por que aquellos que se aventuren a usar armas atómi­cas —cualquiera fuera su procedencia o si el país al que perte­necen resulta victorioso o derrotado— sean condenados sin excepción.

»¿Por qué digo esto? Porque nosotros, los ciudadanos del mundo, tenemos el derecho

inalienable a la vida. Quien intente poner en peligro este derecho es una manifestación del mal absoluto. Aunque está surgiendo en el mundo un movimiento que reclama la prohibición de los ensayos nucleares, mi deseo es ir más allá y denunciar la raíz del problema. Quiero exponer y arrancar de cuajo las garras que se ocultan en lo profundo de las armas nucleares. Deseo declarar que toda persona que incurra en el uso de estas armas, cualquiera sea su nacionalidad, pertenezca al país vencedor o al país vencido, debería merecer la pena capital sin excepción.

Toda consideraba que las armas nucleares eran el invento más cruel del siglo xx. 

Una característica saliente de la proclama antinuclear formulada por el maestro Toda es que exhorta a todas las personas a vencer la naturaleza negativa que reside en lo profundo de la vida humana. Aunque en el Japón y en otras partes del mundo estaba cobrando fuerza un movimiento popular por la abolición de las armas nucleares, Toda concluyó que la forma de «arrancar de cuajo» estos arsenaleserradicar el mal que anidaba en ellasera establecer la idea de que constituían un mal absoluto cuya existencia debía impugnarse.

Su posición era que las armas nucleares y su empleo merecían una condena absoluta, no solo desde el mero punto de vista de la ideología, el nacionalismo o la identidad étnica, sino más aún, desde la dimensión universal del humanismo. Esto es lo que vuelve tan extraordinaria su proclama. Y lo que la hace brillar más y más con el paso de los años.

Aunque Toda expuso en su declaración que los que utilizaran armas nucleares debían afrontar la pena capital sin excepción, esto no significa en modo alguno que estuviera defendiendo la pena de muerte como medio general de castigo. Era común oírlo decir que la idea de que un individuo pudiera condenar a otro a muerte era ajena a una filosofía como el budismo, que se basa en la ley de causa y efecto. ¿Por qué, entonces, Toda usó el término «pena capital» en su proclama?

No estaba proponiendo la aprobación de una ley que impusiera la pena de muerte a los responsables de emplear armas nucleares. Antes bien, estaba estableciendo la idea de que su uso debía considerarse un mal absoluto, como acto que deniega a la humanidad el derecho fundamental a la existencia. Esperaba que esta idea, al echar raíz en el corazón y en la mentalidad de los líderes nacionales y del pueblo en todo el mundo, obrase como un veto interno al uso de armas nucleares. Su línea de pensamiento era que a un crimen de la perversidad más descomunal solo podía caberle el máximo castigo posible.

Si Toda se hubiera dado por satisfecho con tildar de demonios, monstruos o bestias inhumanas a los que usaban armas nucleares, su proclama habría sido una abstracción. No habría podido expresar plenamente su convicción en que el uso de armas nucleares constituía un mal absoluto. Pero con su planteo casi provocador de que a este mal solo podía caberle la pena de muerte, Toda quería frenar rotundamente la tendencia a justificar el uso de estas armas. En cierta manera, estaba dictando sentencia de muerte al impulso diabólico que anida en la vida humana. 

Toda dio a conocer su manifiesto en el período más enconado de la Guerra Fría. La inmensa mayoría de los argumentos que circulaban en esta época en defensa de las armas nucleares se basaban en las ideologías del bloque occidental o del bloque soviético. Sin embargo, la declaración de Toda se apartaba radicalmente de esta lógica; identificaba los arsenales nucleares como un mal, tomando como criterio sus consecuencias irreversibles en el ser humano; es decir, desde una perspectiva mucho más profunda y esencial. 

«Si una nación conquistase el mundo mediante el empleo de armas nucleares prosiguió diciendo, con voz más intensa, sus conquistadores deberían verse como la personificación del mal supremo. Creo que la misión de cada miembro del Departamento Juvenil del Japón es difundir esta idea en el mundo. 

»Concluyo mis palabras con la inmensa esperanza de que ustedes den a conocer el primero de mis pronunciamientos en todo el orbe con el mismo entusiasmo que han mostrado hoy en el torneo deportivo». 

Toda cerró su discurso en medio de una ovación estruendosa. Una ola de emoción recorrió el estadio. 

Había un profundo significado en que Josei Toda hubiera designado su proclama contra las armas nucleares como la primera de sus instrucciones finales a los jóvenes. Como el budismo de Nichiren es una religión que existe para la felicidad de los pueblos, el cumplimiento de su misión religiosa que es establecer una filosofía correcta en el pensamiento socialdebe tener como correlato la pacificación de la tierra. Y esto solo es posible en la medida en que cada individuo asume y cumple una misión como practicante dentro de la sociedad. 

Toda supo discernir que, detrás de las armas nucleares, estaba en juego la naturaleza destructiva inherente a la vida humana, y entendió que la única manera de revertirla era activando la fuerza de la naturaleza de Buda innata. Si los seres humanos han podido crear estas armas, también son capaces de eliminarlas. El líder de la Soka Gakkai estaba convencido de que la existencia de la naturaleza de Buda en los seres humanos abriría, certeramente, el camino hacia la abolición nuclear. 

Confió a los jóvenes la tarea de inspirar esta convicción en los semejantes; los exhortó a creer en la naturaleza de Buda de las personas, apelar a ella y transmitir globalmente el mal absoluto de los armamentos nucleares. 

La declaración de Toda se convertiría en la base del futuro movimiento pacifista mundial de la Soka Gakkai. 

Shin’ichi Yamamoto escuchó la declaración de su maestro con honda emoción, diciéndose que debía, sin falta, cumplir sus instrucciones. 

A partir de ese momento, comenzó a ponderar seriamente de qué manera comunicar al mundo la lúcida visión del maestro Toda. 

(Adaptado de la novela de Daisaku Ikeda La revolución humana, volumen 12, capítulo «La declaración»).

© Humanismo Soka - 2024

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