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A 80 años de «Trinity», la primera bomba atómica nuclear de la historia.

A 80 años de «Trinity», la primera bomba atómica nuclear de la historia.

A 80 años de «Trinity», la primera bomba atómica nuclear de la historia.

Humanismo Soka

jueves, 17 de julio de 2025

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A 80 años de Trinity, la detonación que inauguró la era nuclear, reflexionamos sobre la responsabilidad ética del saber, el sufrimiento causado por estas armas, y la urgencia de sustituir la seguridad basada en la destrucción por una que priorice la dignidad y la vida.

A 80 años de Trinity, la detonación que inauguró la era nuclear, reflexionamos sobre la responsabilidad ética del saber, el sufrimiento causado por estas armas, y la urgencia de sustituir la seguridad basada en la destrucción por una que priorice la dignidad y la vida.

A 80 años de Trinity, la detonación que inauguró la era nuclear, reflexionamos sobre la responsabilidad ética del saber, el sufrimiento causado por estas armas, y la urgencia de sustituir la seguridad basada en la destrucción por una que priorice la dignidad y la vida.

El 16 de julio de 1945 quedó grabado en la memoria colectiva de la humanidad: en el desierto de Nuevo México detonó Trinity, la primera bomba nuclear. Aquel día, con el mundo en plena guerra, se liberó una fuerza hasta entonces desconocida, capaz de destruir todo lo valioso en apenas un instante. Robert Oppenheimer, líder del proyecto científico que creó esa arma, citó con angustia un texto hindú: «Ahora me he convertido en la muerte, destructora de mundos» [1]. 

A ochenta años de ese instante, ¿qué lección podemos extraer para transformar la historia desde la dignidad de la vida?

La responsabilidad del conocimiento

La prueba Trinity fue posible gracias al esfuerzo científico y técnico reunido en el Proyecto Manhattan, creado en 1942 frente al temor a que Alemania desarrollara armas nucleares. Sin embargo, el fin de la guerra en Europa no detuvo el proyecto, y finalmente, Estados Unidos decidió utilizar estas armas contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

Este acontecimiento histórico, lejos de ser un mero dato del pasado, nos recuerda la responsabilidad que conlleva todo conocimiento humano. Daisaku Ikeda afirmó: «Como lo demuestra la historia contemporánea, el conocimiento es capaz de seguir su desarrollo aislado de toda consideración por la vida. El punto final de este rumbo desviado son las armas de destrucción masiva» [2]. El desarrollo científico debe siempre estar guiado por una ética centrada en el respeto por la dignidad de cada vida humana, evitando poner el conocimiento al servicio de la destrucción.


(Fotografía de Dominio público. Gobierno federal de los Estados Unidos, Departamento de Energía de EE.UU., Wikimedia Commons)


Las consecuencias humanas y ambientales

El impacto de aquella primera detonación nuclear y sus consecuencias posteriores en Hiroshima y Nagasaki mostró al mundo entero los límites éticos y humanos que jamás debieron cruzarse. Los testimonios de los sobrevivientes, los hibakusha, son elocuentes: hablan del sufrimiento indescriptible, del daño a largo plazo en la salud física y mental de generaciones, y de la destrucción instantánea de ciudades enteras, llenas de sueños, vidas y esperanzas.

Las armas nucleares, como recuerda el climatólogo Alan Robock, representan también la mayor amenaza medioambiental jamás creada por el ser humano: pueden desencadenar hambrunas globales, cambios climáticos devastadores y daños ecológicos irreversibles [3]. En efecto, cuanto más tiempo sigan existiendo estas armas, mayor será la probabilidad de que se utilicen. El uso de cualquier arma nuclear ocasiona consecuencias humanitarias catastróficas, matando instantáneamente a un gran número de personas, incinerando núcleos de poblaciones y afectando el clima mundial [4]. Por ello, es vital comprender que la seguridad verdadera no puede basarse en una fuerza destructiva, sino en la protección activa y consciente de la vida.

Una seguridad centrada en la vida

Durante décadas se mantuvo la idea de que las armas nucleares garantizarían la seguridad global mediante el temor recíproco: una «disuasión» basada en la amenaza. Sin embargo, el verdadero peligro no es solo su uso, sino su existencia misma. Frente a la incertidumbre de nuestra época, la seguridad auténtica sólo puede provenir del compromiso con el respeto irrestricto hacia la vida humana y la solidaridad colectiva.

Esta visión se concreta en iniciativas globales como el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), que ya es derecho internacional vigente gracias al esfuerzo incansable de sobrevivientes nucleares, científicos comprometidos y organizaciones civiles como ICAN y la Soka Gakkai Internacional.


Así se veía la bomba Trinity. (Getty images)


Recordar para actuar

A ochenta años del test Trinity, la reflexión profunda sobre aquel momento histórico nos interpela a actuar con sabiduría y determinación. Como afirmó Ikeda en su Propuesta de paz de 2021: «Si el mundo actual necesita de una fuerza disuasoria, ciertamente no es la de las armas nucleares. Antes bien, es el poder de la acción colectiva y de la solidaridad, ejercidas más allá de las fronteras nacionales» [5].

No podemos cambiar lo sucedido en aquel día de 1945, pero sí podemos elegir cómo construimos el presente y el futuro. Recordar Trinity es más que un acto de memoria histórica: es un llamado activo a la conciencia global para decidir qué tipo de mundo queremos dejar a las futuras generaciones.

Que este aniversario no sea solo una conmemoración, sino una oportunidad para reafirmar la esperanza y la dignidad inherente en cada vida, comprometiéndonos desde nuestro lugar, cada día, a construir un mundo verdaderamente pacífico y digno para todos.

En otra de sus Propuestas de paz, titulada Transformar la historia humana: un haz de luz

hacia la paz y la dignidad (año 2022), el maestro Ikeda se explayó sobre este tema y expresó: «Quiero también advertir sobre el peligroso exceso de confianza de seguir creyendo que podríamos usar arsenales nucleares sin que ello ocasionara una devastadora hecatombe. Como señaló la señora Izumi Nakamitsu [Alta Representante de las Naciones Unidas para Asuntos de Desarme] en su discurso, si no hemos visto aún otra detonación de esta magnitud desde los bombardeos de Hiroshima y de Nagasaki, solo ha sido gracias a una convergencia de buena suerte y de ciertas intervenciones personales que han evitado una desastrosa escalada de incidentes. Hoy, en un «ambiente internacional cada vez más volátil, cuyas vallas de seguridad se han erosionado o están enteramente ausentes», [6] ya no podemos darnos el lujo de confiar solo en la buena suerte o en factores humanos circunstanciales.

En un diálogo que mantuvimos el expresidente Gorbachov y yo, el mandatario recalcó: “Cada vez queda más claro que las armas nucleares no pueden ser un medio para asegurar la seguridad nacional. De hecho, cada año que pasa su presencia ponen más en peligro nuestra seguridad”.[7]

Para salir del estancamiento actual, caracterizado por el elevado riesgo de detonación de estos dispositivos, creo que es imperioso hallar el modo de «desintoxicarnos» de las doctrinas vigentes en materia de seguridad que apelan a la disuasión nuclear. Estas políticas se fundan en el propósito de evitar que el país adversario inicie un ataque con armamentos nucleares. Sin embargo, la evidente contradicción es que, aun para frenar el uso de dichas armas, las posiciones disuasorias requieren estar mostrando continuamente que cada parte está dispuesta a emplearlas. Para superar esta paradoja y eliminar el peso nuclear de la política de seguridad, debe considerarse detenidamente en una nueva medida que se requiere ahora, sin olvidar la que creará las condiciones más propicias en el escenario internacional.

La seguridad nacional podrá ser una inquietud de enorme importancia, pero ¿qué significado podría haber en la constante dependencia de las armas nucleares, cuando estas son capaces de provocar un daño devastador tanto al país oponente como al propio, y de socavar irrevocablemente los cimientos de la supervivencia humana?

Desde esta perspectiva, para iniciar el proceso de desintoxicación debemos dejar de enfocar lo que hacen las demás naciones y centrarnos más en el accionar del propio país». [8]



CITAS

[1] OPPENHEIMER, J. Robert. Cita del Bhagavad Gītā.
[2] IKEDA, Daisaku: El desafío de formar ciudadanos del mundo, 13 de junio de 1996. Véase: https://www.daisakuikeda.org/es/sub/resources/works/lect/lect-08.html 

[3] ROBOCK, Alan (citado), Climate threat from nuclear bombs, entrevista para The Guardian, diciembre de 2006. Véase: https://www.theguardian.com/environment/2006/dec/12/nuclearindustry.climatechange 

[4] Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). World Nuclear Forces. Véase: https://www.sipri.org/research/armament-and-disarmament/weapons-mass-destruction/world-nuclear-forces
[5] IKEDA, Daisaku: Propuesta de paz 2021: Creación de valor en tiempos de crisis, 26 de enero de 2021. Véase: https://www.daisakuikeda.org/es/sub/resources/works/props/2021-peace-proposal.html 

[6] NAKAMITSU, Izumi: Eliminating the Existential Threat of Nuclear Weapons, 3.

[7] IKEDA y GORBACHOV: Shinseiki no akebono, págs. 170-171.

[8] IKEDA, Daisaku: Propuesta de paz 2022: Transformar la historia humana: Un haz de luz hacia la paz y la dignidad, 26 de enero de 2022. Véase: https://www.daisakuikeda.org/es/sub/resources/works/props/2022-peace-proposal-full/#sdendnote88sym 



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