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Vivir para el pueblo: Zhou Enlai y Daisaku Ikeda

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Vivir para el pueblo: Zhou Enlai y Daisaku Ikeda

Humanismo Soka

jueves, 5 de diciembre de 2024

jueves, 5 de diciembre de 2024

El 5 de diciembre, se cumplió un nuevo aniversario del encuentro entre el maestro Daisaku Ikeda y el entonces Primer Ministro de China, Zhou Enlai. El diálogo, que tuvo lugar en 1974 en una habitación del hospital donde se alojaba Enlai, ocurrió dos meses antes de su fallecimiento.

El 5 de diciembre, se cumplió un nuevo aniversario del encuentro entre el maestro Daisaku Ikeda y el entonces Primer Ministro de China, Zhou Enlai. El diálogo, que tuvo lugar en 1974 en una habitación del hospital donde se alojaba Enlai, ocurrió dos meses antes de su fallecimiento.

El 5 de diciembre, se cumplió un nuevo aniversario del encuentro entre el maestro Daisaku Ikeda y el entonces Primer Ministro de China, Zhou Enlai. El diálogo, que tuvo lugar en 1974 en una habitación del hospital donde se alojaba Enlai, ocurrió dos meses antes de su fallecimiento.

En su juventud, Zhou Enlai había ido a Kioto, Japón, para estudiar. Sin embargo, no cesaba de preguntarse de qué manera podía ayudar a su pueblo natal, de la China, que tanto estaba sufriendo… Una noche, bajo el fulgor de los cerezos florecidos, decidió regresar a su país.

Allí, fue parte de la histórica Larga Marcha, una movilización multitudinaria que atravesó doce mil quinientos kilómetros, acontecimiento fundamental para la revolución china de 1949. Más tarde, asumió como primer ministro, y luchó con cada fibra de su ser para proteger a su pueblo y asegurar el desarrollo del futuro de su país.


Imagen de La larga marcha.


En el verano de 1972, le diagnosticaron cáncer. Su condición fue declinando mientras no dejaba de atender sus compromisos extenuantes: no podía permitirse ningún descanso, trabajando dieciocho horas diarias, y a veces hasta treinta sin dormir. Tuvieron que operarlo en quince oportunidades y recibió más de cien transfusiones de sangre, pero él declaraba «Puedo escuchar y puedo pensar», y se entregaba absolutamente a trabajar por su pueblo. Incluso se negaba a tomar calmantes para conservar la lucidez mental. Como escribió el maestro Ikeda: «En un monumental despliegue de voluntad y determinación, cargó en silencio con la cruz de su dolor».

La realidad es que, en ese momento, la China se encontraba en pleno trance de la Revolución Cultural, y Enlai era muy necesario. La llamada «Banda de los cuatro», un grupo de altos dirigentes que en aquel momento quería adueñarse de la totalidad del poder, buscaba destruir la nueva China que el Primer Ministro y el pueblo habían construido «a costa de una ardua y penosa labor, e, incluso, a costa de la vida», como explica el maestro Ikeda. La Banda de los Cuatro y sus seguidores recurría a maniobras de traición, violencia, ataques personales y extorsión para salirse con la suya generando sufrimiento en el pueblo y éstos  acudían al Primer Ministro, sabiendo que era el único capaz de ponerles freno. Zhou fue un enemigo formidable, que impidió que gobernaran a su antojo. Hicieron todo lo posible para derribarlo de toda clase de formas, incluso intentando obstruir su tratamiento médico. 

Aquel diciembre de 1974 en Pekín, Enlai se encontraba gravemente enfermo. Sin embargo, abrigaba el deseo de encontrarse con Ikeda.



Durante los diez años anteriores, venía enviándole cálidos mensajes. La esposa del Primer Ministro, la señora Deng Yinchao recordó el momento durante una charla con un amigo japonés: «El compañero Enlai quería encontrarse con el presidente Ikeda a toda costa, pero todo el equipo de médicos que lo atendía en el Hospital 305 se oponía a la idea, por temor a que su estado se agravase aún más. Le dijeron que si quería celebrar la reunión lo hiciese bajo su propio riesgo, con plena conciencia de que podía costarle la vida. Pero Enlai respondió que debía reunirse con el presidente Ikeda, a cualquier costo. Los médicos no supieron qué hacer, y vinieron a verme a mí. Querían que lo disuadiera; pero lo que yo les respondí, en cambio, fue: 'Si Enlai tanto insiste en encontrarse con el presidente Ikeda, deberían permitirle que lo haga'. Y así fue como, esa misma noche, ambos se conocieron personalmente».

Algo que Ikeda atesoró profundamente fue que Zhou había comprendido que la Soka Gakkai era una organización nacida en el seno del pueblo, valorando mucho que hubiera resistido el militarismo japonés de la guerra.

Al recordar este encuentro, Ikeda escribió:

«Habló de muchas cosas, pero cualquier tópico terminaba desembocando en su apasionada preocupación por el futuro, por el siglo venidero. El eje de sus desvelos era lo que sucedería después de su muerte. "Los últimos veinticinco años de este siglo serán fundamentales para el mundo entero. Cada país debe cooperar y ayudar a los demás, como socios en pie de igualdad". Estaba resuelto a abrir un camino seguro hacia la paz, en ese último cuarto de siglo, en bien de Asia y del mundo. Deseaba con fervor que, en la centuria próxima, la China y el Japón pudiesen concretar una relación de paz y de amistad. Yo escuchaba sus palabras como quien está frente a un testamento de importancia capital. [...]

Durante nuestro diálogo, dijo claramente que deseaba ver firmado cuanto antes un acuerdo de paz y amistad entre la China y el Japón. Yo le prometí que daría a conocer su opinión a las personas más indicadas de mi país. Me resultó significativo que, en lugar de emplear la habitual expresión "acuerdo de paz", hablara de un "acuerdo de paz y amistad". Hacía cinco años que yo había propuesto la firma de un tratado así en mi novela La revolución humana, y pasarían otros cuatro más, después de nuestro encuentro, antes de que el acuerdo se firmara en realidad».



Dos meses después, el mundo entero sufrió la gran conmoción de su fallecimiento. Desolados, se preguntaban quién cuidaría de ellos tanto y tan bien. La Banda de los Cuatro intentó toda clase de cosas para silenciar el duelo de la gente, pero nada pudieron hacer ante el profundo sentimiento del pueblo. Mientras más intentaban atacar el recuerdo del primer ministro, mayor era la ira del pueblo, dispuesto a hacer lo necesario para proteger el honor de aquel gran hombre. Comenzó a crecer el clamor de derribar a aquellos enemigos del pueblo. Una vez que se incendió esa chispa, ya nadie pudo detenerlos. Ikeda escribió: «Finalmente, después de muerto, el Primer Ministro conquistaba la victoria sobre sus enemigos que aún vivían. El amor al pueblo había sido, para él, lo único importante. A eso, y sólo a eso, dedicó cada fibra de su ser y cada día de la vida entera».

Aunque Zhou había querido regresar a contemplar una vez más aquellos cerezos japoneses, su salud se lo impidió. Fue por esto que, en la primavera de 1975 el maestro Ikeda junto a estudiantes de la Universidad Soka plantó un cerezo con su nombre. Más tarde, también plantó uno con el nombre de la querida compañera de lucha y de vida del Primer Ministro, una gran amiga del maestro Ikeda y la señora Kaneko, la señora Deng.

«El primer ministro Zhou tenía la visión telescópica necesaria para apreciar el vasto panorama de la historia humana en gran escala, y también la visión microscópica necesaria para penetrar en el sutil funcionamiento del corazón humano», escribió Ikeda. «El primer ministro Zhou cargó con el inmenso peso de la responsabilidad sin buscar poder o privilegios personales. Fue un general invencible, un diplomático flexible y talentoso, un administrador de capacidad consumada. Todos estos logros nacían de su férreo sentido de la responsabilidad. [...] Su decisión fue convertir el paisaje de una "China en caos" en una "China de paz y de prosperidad". Aunque su cuerpo crujía bajo el peso de una carga atroz, él siguió avanzando con bravura y orgullo. La gloria personal jamás le importó. Su única motivación fue el pueblo, por el que dio la vida, el alma y el cuerpo». 


Adaptado del ensayo del maestro Ikeda «Recuerdo de mis encuentros con destacadas personalidades del mundo: Zhou Enlai, un gran líder del pueblo» publicado el 1.° de noviembre de 1997 en el Diario Seikyo, periódico de la Soka Gakkai.

© Humanismo Soka - 2024

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