«El momento es ahora»

En 2024, la Asamblea General de la ONU proclamó el 10 de junio como el Día Internacional para el Diálogo entre Civilizaciones. En su resolución, se subraya «el valioso papel del diálogo en el mantenimiento de la paz mundial, el avance del desarrollo compartido y la mejora del bienestar del ser humano» [1][2].

Esta fecha surge en un tiempo atravesado por guerras, profundas grietas sociales y crisis migratorias, en un mundo que parece más propenso a levantar muros que a construir puentes. Sin embargo, esta efeméride es un recordatorio de que los logros de todas las culturas forman parte del patrimonio común de la humanidad, y que aprender a dialogar no es un lujo de tiempos calmos, sino una urgencia civilizatoria.

Esta propuesta resuena con la visión humanista de Daisaku Ikeda, quien en su Propuesta de Paz de 2012 sostenía que el verdadero fortalecimiento humano se alcanza «cuando, a través del diálogo, se avanza conjuntamente a partir de la preocupación por un mismo asunto, hacia la conciencia de un compromiso compartido que permite solucionar una situación compleja» [3].

Diálogo entre Oriente y Occidente: el encuentro Toynbee–Ikeda

En plena Guerra Fría, una época marcada por la desconfianza, la división y la lógica del enemigo, el historiador británico Arnold Toynbee y Daisaku Ikeda mantuvieron un diálogo valiente. A lo largo de dos años —entre 1972 y 1974—, se encontraron en Londres para conversar sobre la historia, la religión, la ética y el futuro de la humanidad. No buscaban estar de acuerdo, sino pensar juntos, sin temor a las diferencias.

Arnold Toynbee junto a Daisaku Ikeda, mayo de 1972, Londres. (Imagen: Seikyo Shimbun).

Fue un gesto de confianza en la humanidad, en un tiempo en el que un diálogo entre un intelectual británico y un budista japonés no solo era improbable: podía parecer inútil o incluso peligroso. Toynbee era un historiador occidental, cristiano y liberal. Ikeda, un líder budista japonés que hablaba desde una perspectiva filosófica y espiritual distinta. Sin embargo, lo que hicieron Toynbee e Ikeda fue apostar a la posibilidad del encuentro. Su decisión encarnó un mensaje que sigue vigente: incluso cuando el mundo se polariza, siempre es posible elegir un camino medio.

De ese intercambio nació Elige la vida, un libro traducido a más de 30 idiomas, que se convirtió en un emblema del entendimiento entre culturas. No se trató de coincidir en todo, sino de construir una conversación honesta y profunda desde la diversidad de miradas. Ese gesto anticipa lo que hoy se llama "unidad en la diversidad": no se necesita pensar igual para dialogar, pero sí se requiere respeto, apertura y un propósito compartido.

Ese esfuerzo por forjar amistad más allá de las fronteras surgió de la certeza de que la única base duradera para construir una sociedad global de coexistencia pacífica es una transformación en el interior de cada individuo. Como afirman sus autores: «Este diálogo [...] busca despertar en cada persona una profunda toma de conciencia y una firme decisión con respecto a la gran tarea que nos aguarda en bien de la humanidad» [4].

Dialogar es un acto de valentía

Frente a los grandes desafíos globales, es común pensar que nuestras acciones individuales no alcanzan. Desde luego que el diálogo no conduce automáticamente al entendimiento en una realidad tan compleja como la que caracteriza a nuestra sociedad. No obstante, sí está claro que no puede haber entendimiento sin diálogo.

Lejos de ser una abstracción reservada a líderes o intelectuales, el diálogo entre civilizaciones se construye en cada encuentro cotidiano. Comienza en lo más cercano: en la familia, en el barrio, en el trabajo y en cada ámbito de la vida en sociedad. Todo parte de un espacio de encuentro que lleve al conocimiento mutuo. Es una práctica que exige humildad, pero también convicción y coraje de cuestionar los propios prejuicios y preconceptos. Este tipo de encuentro no busca imponer una verdad, sino hacer visible la humanidad que compartimos. En ese sentido, cada diálogo puede ser la semilla de una cultura más justa y solidaria.

Como expresó Daisaku Ikeda: «El diálogo es un espejo que nos permite ver a los demás y vernos a nosotros mismos, romper las murallas de nuestro ego y elevar nuestro estado de vida» [5]. Desde esta perspectiva, elegir el diálogo es un acto de valentía. Es asumir que nuestras diferencias no son una amenaza, sino una oportunidad para crecer y construir una sociedad de paz y coexistencia creativa.

CITAS

[1] ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS: La necesidad del diálogo entre civilizaciones en un mundo cambiante, artículo publicado en la Sección “Días y Semanas Internacionales” del Sitio Web oficial de ONU. Disponible en: Día Internacional para el Diálogo entre Civilizaciones | Naciones Unidas 

[2]  A/RES/78/286 Día Internacional para el Diálogo entre Civilizaciones, Resolución aprobada por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas el 7 de junio de 2024 

[3] IKEDA, Daisaku: Propuesta de Paz 2012: Seguridad humana y sostenibilidad: el respeto universal a la dignidad de la vida (2012 | Sitio oficial de Daisaku Ikeda 

[4] IKEDA, D & TOYNBEE A. J.: Elige la vida, Buenos Aires, editorial Azul Índigo, 2016.

[5] IKEDA, Daisaku: El diálogo es el camino certero y seguro hacia la paz, artículo publicado en la edición de diciembre de 2017 del Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai.