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Descubriendo los secretos del universo: las desconocidas astrónomas que hicieron historia (Centro Soka de Mujeres por la Paz)

Descubriendo los secretos del universo: las desconocidas astrónomas que hicieron historia (Centro Soka de Mujeres por la Paz)

Descubriendo los secretos del universo: las desconocidas astrónomas que hicieron historia (Centro Soka de Mujeres por la Paz)

Humanismo Soka

viernes, 9 de mayo de 2025

viernes, 9 de mayo de 2025

Desde los inicios de los tiempos, existieron mujeres que realizaron grandes contribuciones al avance de la ciencia, cuyo mérito muchas veces no fue reconocido debido a las desigualdades de género. A pesar de contar con condiciones de trabajo muy difíciles, y teniendo que sortear toda clase de obstáculos, la irrefrenable pasión y profunda curiosidad hacia los cielos que ellas guardaban en su interior les permitió realizar importantes descubrimientos.

Desde los inicios de los tiempos, existieron mujeres que realizaron grandes contribuciones al avance de la ciencia, cuyo mérito muchas veces no fue reconocido debido a las desigualdades de género. A pesar de contar con condiciones de trabajo muy difíciles, y teniendo que sortear toda clase de obstáculos, la irrefrenable pasión y profunda curiosidad hacia los cielos que ellas guardaban en su interior les permitió realizar importantes descubrimientos.

Desde los inicios de los tiempos, existieron mujeres que realizaron grandes contribuciones al avance de la ciencia, cuyo mérito muchas veces no fue reconocido debido a las desigualdades de género. A pesar de contar con condiciones de trabajo muy difíciles, y teniendo que sortear toda clase de obstáculos, la irrefrenable pasión y profunda curiosidad hacia los cielos que ellas guardaban en su interior les permitió realizar importantes descubrimientos.

Caroline Herschel (1750-1848)


(Imagen: Agnes Clerke: The Herschels and Modern Astronomy, 1895)


Nacida en 1750, en Hannover (actual Alemania), fue educada por su padre, quien le enseñó sobre matemáticas, filosofía, música y astronomía. Aunque a sus hermanos les enseñaba abiertamente, a Caroline le enseñaba a mirar las estrellas y apreciar la música en secreto, debido a que en ese entonces esa clase de educación «no correspondía» a las mujeres. Cuando tenía diez años, ella enfermó de viruela y de tifus. Su padre, en ese entonces, continuó ilustrándola en estas materias hasta que, dos años después, él falleció. La enfermedad de Caroline detuvo su crecimiento de forma permanente. Su madre, entonces, se hizo cargo de su educación, ahora más tradicional, centrada en tareas del hogar para cuidar a sus hermanos.

A sus 22 años, acompañó a su hermano mayor William a vivir a Inglaterra, ayudándolo como ama de casa. William le enseñó sobre música y ciencias. Su hermano, organista y director de orquesta de la ciudad de Bath, llevaba a Caroline, que se convirtió en una soprano de gran talento. Comenzó a cantar entonces para la aristocracia de la época, que la solicitaba constantemente.

Sin embargo, su hermano William, que fabricaba telescopios por afición en su tiempo libre, comenzó a ganar reputación en este ámbito hasta tal punto que decidió dejar la música y dedicarse a la astronomía. Caroline ayudó entonces a su hermano como aprendiz: anotando observaciones noche tras noche y revisandolas durante el día, puliendo espejos, haciendo cálculos, estableciendo distancias astronómicas…

Durante veinte años, trabajaron juntos observando el universo. Descubrieron el planeta Urano e identificaron 2.500 nebulosas y cúmulos estelares. William fue designado astrónomo de la corte de Windsor, por lo que debía ausentarse por largos periodos. Entonces, Caroline comenzó a realizar sus propias observaciones: descubrió ocho cometas, publicó un catálogo de nebulosas y cúmulos estelares, fue la primera mujer en recibir un salario por trabajo científico y en publicar un artículo en una revista científica. 

En 1828, fue la primera mujer en recibir la Medalla de Oro de la Royal Astronomical Society, y años más tarde fue nombrada miembro honoraria de la Royal Astronomical Society. A sus 96 años, el rey de Prusia le otorgó la Medalla de Oro por Ciencia. Sin embargo, siempre afirmó que todo lo logrado se lo debió a su hermano, y mantuvo ese agradecimiento hasta el final de su vida.

A pesar de las dificultades y de una época signada por la completa exclusión de la mujer del campo de las ciencias, Caroline consagró su vida a la contemplación de los cielos, estudiando junto a su hermano y abriendo camino para futuras astrónomas. Falleció a sus 97 años de edad, y en su epitafio ella misma dejó escrito: «Los ojos de ella, en la gloria, están vueltos hacia los cielos estrellados».


Henrietta Swan Leavitt  (1868-1921) 


(Imagen: web harvardmagazine.com)


Aunque no solemos escuchar su nombre, su trabajo le permitió que Albert Einstein y Edwin Hubble hicieran descubrimientos que cambiarían el mundo. Ella trabajaba en Harvard en épocas en que las calculadoras todavía no existían: muchas mujeres, que se ocupaban de los cálculos, eran llamadas «computadoras humanas». Las famosas «computadoras de Harvard», a quienes el acceso a los telescopios del Observatorio les estaba vedado, bajo la dirección de Charles Pickering, se habían propuesto catalogar todas las estrellas del cielo. Estudiaban fotografías del cielo de todas partes del mundo y medían el brillo de cada estrella. Ante este trabajo tedioso y con un muy bajo sueldo, estas mujeres pudieron realizar importantes descubrimientos. Leavitt descubrió 2400 estrellas variables cuyo brillo es intermitente (cefeidas), y a partir de esta información, estableció la relación entre el brillo y las pulsaciones de su luz (mientras más brillante la estrella, más tiempo duraba su pulsación). Sobre esa base, pudo calcular las distancias, y así formuló la «Ley de Leavitt». Así, se pudo empezar a medir las distancias del universo por primera vez: incluso gracias a esta Ley, Hubble pudo determinar que el universo estaba en expansión, y que la nuestra no era la única galaxia. Su hallazgo, publicado en 1912, revolucionó la astronomía. Leavitt, a su vez, desarrolló un patrón para medir las fotografías, y descubrió cuatro estrellas novas.

Sin embargo, el reconocimiento a su importante labor llegó años después de su muerte: en 1925 fue nominada a un Premio Nobel póstumo; también, un cráter de la luna y un asteroide llevan su nombre.


Cecilia Payne (1900-1979)


(Imagen: Smithsonian Institution Archives)


Hace más de un siglo, fue ella quien descubrió de qué están compuestas las estrellas. A sus 24 años, en 1925, Payne sentó las bases de la astrofísica estelar proponiendo que las estrellas no eran como nuestra Tierra, como se creía, sino que estaban compuestas por hidrógeno y helio. Payne, que se pasó la juventud estudiando con ahínco, a sus 23 años dejó su tierra natal de Inglaterra y se dirigió rumbo a la universidad de Harvard. Allí, la instaron a seguir los pasos de Leavitt y dedicarse a los cálculos, pero Payne no se interesó por ello. En su lugar, se consagró al estudio de las recientes teorías científicas que combinaban la física y la química para comprender el comportamiento de las estrellas. Su tesis demostró la composición de las estrellas, pero, al comienzo, sus colegas se mostraron escépticos. Solo unos años más tarde los mismos científicos que se mostraron más críticos pudieron comprobar la veracidad de su teoría. Poco a poco, fue recibiendo reconocimiento hasta convertirse en la directora del Departamento de Astronomía de dicha universidad, convirtiéndose en la primera directora mujer.


Katherine Johnson (1918-2020)


(Imagen: Getty Images)


A pesar de las dificultades que trajo la segregación racial y la discriminación de género, Katherine Johnson, nacida en 1918 en los Estados Unidos, terminó sus estudios secundarios a sus 14 años, y a los 18 se graduó con honores en matemáticas y francés en la universidad. Trabajó para la NASA, calculando las trayectorias de los primeros vuelos espaciales: entre ellos, el primer vuelo espacial estadounidense en 1961, como así también calculó la trayectoria del viaje del Apollo 11 que llevó a Neil Amstrong a la Luna, y contribuyó a que la tripulación del Apollo 13 regresara a salvo. Sus contribuciones fueron clave para la llegada de la humanidad a la Luna.


Vera Rubin (1928-2016)


(Imagen: NOIRLab/NSF/AURA)


Tras muchos desafíos y obstáculos, Vera Cooper Rubin fue quien proporcionó la primera evidencia sólida de la existencia de la materia oscura. Obtuvo su doctorado en la Universidad de Georgetown en 1954, y su tesis doctoral se centró en investigar si las galaxias estaban distribuidas de manera uniforme en el Universo. Al estudiar el movimiento de la galaxia de Andrómeda, notó que su rotación era inusual: su espiral giraba de una forma que no encajaba con las leyes del movimiento de Newton.

Posteriormente, al examinar otras galaxias espirales, Rubin descubrió que este patrón era común: las estrellas en los bordes giraban a la misma velocidad que las del centro, algo que no debería ocurrir según la física clásica. Esta observación la llevó a deducir la presencia de una forma de materia invisible y no luminosa, que no interactúa con la materia ordinaria, pero sí afecta gravitacionalmente el comportamiento de las estrellas y galaxias. Actualmente se sabe que esta materia oscura representa el 84% del contenido del Universo. Los hallazgos de Rubin marcaron un punto de partida fundamental para el estudio de la estructura a gran escala del cosmos.


Valentina Tereshkova (1937)


(Imagen: Age Fotostock)


De niña, soñaba con convertirse en astronauta. Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio exterior, en 1963 dio 48 vueltas alrededor de la Tierra. El maestro Ikeda, al contar la historia de Tereshkova a los integrantes del Departamento Futuro, expresó:

«La señora Tereshkova siempre amó a su madre entrañablemente. Un día, escuchó una noticia excitante: el joven cosmonauta ruso Yuri Gagarin (1934-1968) había logrado, por primera vez en la historia, completar un vuelo espacial alrededor de la tierra. Al volver a casa, conversó del tema con su familia. La madre dijo: «Ahora que un hombre ha ido al espacio, le toca el turno a una mujer».

Ese comentario que su madre había hecho al pasar, inspiró a la hija a esforzarse para ser cosmonauta.

Pero no le fue fácil. Tuvo que cumplir muchísimos requisitos para ser admitida, estudiar con tremendo ahínco, entrenarse físicamente y aprobar evaluaciones de paracaidismo. 

A pesar de estos retos, la señora Tereshkova no abandonó nunca su sueño. Lejos de su hogar, pasaba largas jornadas dedicada a un aprendizaje intensivo; cuando volvía a su habitación, todas las noches, se quedaba mirando la foto de su madre. Le parecía oírla: «¡Sé que puedes hacerlo!», y ese pensamiento le infundía nuevos ánimos.

Una vez, esta gran cosmonauta dijo: «Cuando uno tiene un sueño y se dedica a él con todas sus fuerzas y energía, puede lograrlo sin falta».

Estudió con verdadera aplicación; se preparó física y mentalmente y perseveró en cada etapa de su entrenamiento hasta que, al fin, a los 26 años le dieron la oportunidad de ir al espacio. El 16 de junio de 1963, la humanidad la vio atravesar la atmósfera: era la primera mujer que volaba al espacio exterior. 

Visto desde el espacio, el planeta Tierra era indescriptiblemente hermoso y azul. 

Mientras orbitaba alrededor de la Tierra, recordó a su madre que la esperaba en casa. Pensó que todos los habitantes de los países que observaba desde el espacio habían tenido una madre, y que incluso las aves que atravesaban el cielo, los peces que nadaban en el mar y los animales que se desplazaban sobre la tierra tenían madre. Sintió el íntimo deseo de que todas esas mujeres que nutrían y criaban a su preciada descendencia, en este fascinante planeta, fueran seres felices.

La señora Tereshkova orbitó 48 veces seguidas alrededor del planeta, durante 70 horas y 50 minutos de navegación. Fue una proeza, no solo para las mujeres, sino para toda la humanidad.

Regresó de su misión con una profunda conciencia de lo maravilloso que es nuestro planeta. Todo la colmaba de júbilo y de emoción: respirar hondo el aire puro y limpio, oír el trino de los pájaros, escuchar la conversación entre las personas... Vivir en este planeta le parecía, en sí mismo, un prodigio y un milagro»[1]

Ikeda se reunió con Tereshkova en tres ocasiones: dialogaron sobre astronomía y la lucha por la paz del mundo. Cuando Ikeda comentó lo admirable debía de haber sido su madre, para criar a alguien así de notable como ella, Tereshkova  respondió: «Creo, desde lo más profundo de mi corazón, que todo lo que soy se lo debo a mi madre».


La excosmonauta y primera mujer en ir al espacio exterior, Valentina Vladimirovna Tereshkova, y Daisaku Ikeda. Moscú, mayo de 1995. (Imagen: Soka Gakkai).


Dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por las Naciones Unidas, encontramos «Equidad de género», que es el número cinco. Su propósito yace en «lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas». Desde sus inicios, la Soka Gakkai propició el escenario para el desarrollo de las mujeres a través de la educación. El presidente fundador, Tsunesaburo Makiguchi, cuando estalló la guerra ruso-japonesa (1904-1905), trabajó intensamente para impulsar la educación de las niñas y las jóvenes, un área en la cual el Japón de la época presentaba grandes atrasos. Como muchas familias sufrían de pobreza, Makiguchi implementó un programa de becas asistenciales que cubría los costos de matriculación para los hijos de estas familias.

Siguiendo su legado, su discípulo Josei Toda publicó números de revistas educativas para niños entre 1940 y 1942. Al respecto, en su Propuesta de Paz enviada a la ONU en el año 2020, el maestro Daisaku Ikeda expresó: «Su sincera dedicación a la felicidad y el bienestar de los niños jamás disminuyó, ni siquiera cuando fue encarcelado junto con Makiguchi, acusados de violar las leyes impuestas por el gobierno militar para constreñir la libertad ideológica. Makiguchi murió en prisión; Toda salió un mes antes de que terminara la Segunda Guerra Mundial con sus convicciones intactas tras dos años de cautiverio. Su primer movimiento después de recuperar la libertad fue iniciar un programa de educación por correspondencia para niños. Incluso en el caos que envolvía la sociedad después de la guerra, con numerosas escuelas fuera de servicio, él buscó la forma de asegurar que los jóvenes tuvieran continuidad en sus estudios. Como ilustra esta historia, en el corazón de los dos fundadores de la Soka Gakkai ardió siempre la determinación de mantener viva la llama de la educación en bien de todos los niños, niñas y adolescentes, cualesquiera fuesen las circunstancias. Por mi parte, tomando la antorcha de mis predecesores Makiguchi y Toda, he fundado una red de instituciones educativas en varios países. También he participado en diálogos con educadores de todo el mundo, y he trabajado durante más de medio siglo para construir una sociedad que priorice las necesidades de la educación, y asegure la dignidad y la felicidad de niños y jóvenes, de hoy hacia el mañana»[2].

Ikeda también destaca que, durante la historia de la humanidad, siempre que la sociedad atravesó las peores adversidades, las mujeres fueron las que más sufrieron. Y, pese a ello, también fueron ellas quienes perseveraron, con la decisión de orientar las cosas hacia el bien, la esperanza y la paz. «La paz no es algo que esté en manos de los demás, en algún sitio lejano», expresa. «Si las mujeres encabezan la marcha, cuando cada persona tome conciencia y se comprometa podremos evitar que la sociedad vuelva a caer en una cultura de guerra y generar la energía necesaria para edificar un siglo de paz». [3]




CITAS

[1] IKEDA, Daisaku: Un arcoíris de esperanza: grandes figuras de la historia. Valentina Tereshkova, la primera mujer astronauta: Ser personas agradecidas. Traducción del artículo publicado en la edición del 1.° de marzo de 2016 del Boys and Girls Hope News [La esperanza de los niños], publicación mensual de la Soka Gakkai destinada al Departamento de Estudiantes Primarios

[2] Véase: https://www.daisakuikeda.org/es/assets/files/2020-propuesta-de-paz.pdf 

[3] Véase: https://www.daisakuikeda.org/es/assets/files/2000-PEACE-PROPOSAL-SPANISH.pdf 

© Humanismo Soka - 2024

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