Humanismo Soka
Luis Augusto Huergo nació en Buenos Aires en 1837. Por el trabajo de su padre, pasó su infancia en Inglaterra y Estados Unidos, y regresó a su provincia natal en 1856, a sus jóvenes 19 años. Fue por esa época que el Ing. Carlos E. Pellegrini, quien se había recibido en París, alentó la formación de la primera Escuela de Ingeniería de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. Para el claustro docente se convocaron a 3 ingenieros de distintas universidades de Italia. Para llegar, los profesores recorrieron una travesía que incluyó viajes en trineo para transportarse por Europa, y navegar los mares en barco durante más de 45 días. Uno de estos pioneros fue el Ing. Speluzzi, docente de mecánica y cálculo diferencial, quien era reconocido por sus alumnos por estar «dotado de una palabra fácil y vigorosa que atraía con fuerza irresistible».[1] Luego de su retiro, tras 20 años de profesorado, fue nombrado socio honorario del Centro Nacional de Ingenieros.
En esa primera camada de compañeros estudiantes se desenvolvían trece alumnos, de los cuales once pudieron terminar la carrera. ¡Incluso dos de ellos perseveraron para lograrlo durante más de veinte años! El 6 de junio de 1870, se emitió el primer diploma de la Facultad de Ciencias Exactas al nombrado Ingeniero Luis Huergo, quien en ese entonces contaba con treinta y tres años. De esa primera promoción, surgieron ingenieros que «se caracterizaron por el papel descollante que desempeñara en el país y por la influencia que lograron como consecuencia de su obra eficaz, no sólo social, sino también técnica en el período heroico de la ingeniería nacional», como lo descubre la escritora Martha Mayorano en su biografía sobre Huergo.[2]
Huergo se destacó por realizar múltiples proyectos: el Puerto de Buenos Aires, la canalización del Riachuelo, obras hidráulicas en Córdoba y Mendoza, mejoras significativas al sistema ferroviario del país, y la pavimentación de la Ciudad de Buenos Aires con el adoquinado; también, estuvo involucrado en el primer hallazgo de petróleo en el país; e inclusive realizó estudios de salud social. Todo esto, mientras mantenía la docencia universitaria. Se destacó por su humanismo, y era reconocido por siempre apoyar a los estudiantes más jóvenes. Su entorno cercano y las personalidades de su época lo apreciaban por su bondad y sus permanentes esfuerzos en consagrarse por entero al servicio del país. Falleció el 4 de noviembre de 1913, a sus 76 años.
Sobre la fortaleza que se necesita para transformar la sociedad, el maestro Ikeda señala: «La empatía genuina va más allá del simple acto de compartir las aflicciones de los demás y lamentarse junto con ellos; no se queda en meras palabras de simpatía o consuelo. Los que se involucran verdaderamente actúan con arrojo y fortaleza para encontrar el modo de ayudar a mitigar el dolor ajeno. Son dueños de una valentía basada en la más profunda misericordia, de una fe y una convicción inconmovibles». [3] Luego exhorta: «¡Regresemos al humanismo! Toda área del emprendimiento humano – el gobierno, la economía, la ciencia, la educación y el arte – debe ser puesta al servicio del ser humano para contribuir a su felicidad. Este es el principio de crear una sociedad [verdaderamente] pacífica». [4]
CITAS
[1] Mayorano, Martha, Luis Augusto Huergo, Buenos Aires: COGTAL, 1992, pág. 77.
[2] Ib.
[3] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, Buenos Aires: Azul índigo, 2018, vol 4, pág. 205.
[4] Ib., pág. 210.