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Yasutaka Yamashiro: ¡Un eterno juramento junto al mentor!

Yasutaka Yamashiro: ¡Un eterno juramento junto al mentor!

Yasutaka Yamashiro: ¡Un eterno juramento junto al mentor!

Humanismo Soka

jueves, 30 de octubre de 2025

jueves, 30 de octubre de 2025

Entre el aroma a la sal de océano y calles llenas de vida, palpita en la ciudad de Mar del Plata la alegría y la esperanza de construir un futuro de felicidad. De hecho, «La feliz» es una forma en la que típicamente se conoce a esta ciudad de «mares de plata», la cual actualmente es escenario de la grandiosa gesta por la paz que los integrantes de la Soka Gakkai locales están desplegando. En 1980, Yasutaka Yamashiro tomó la decisión de mudarse a Mar del Plata, abrigando el deseo de abrir nuevos caminos siguiendo las guías del maestro Ikeda. En esta oportunidad, compartimos las reflexiones de este predecesor en la fe, quien compartió al equipo de Humanismo Soka la historia de una vida dedicada al kosen-rufu.

Entre el aroma a la sal de océano y calles llenas de vida, palpita en la ciudad de Mar del Plata la alegría y la esperanza de construir un futuro de felicidad. De hecho, «La feliz» es una forma en la que típicamente se conoce a esta ciudad de «mares de plata», la cual actualmente es escenario de la grandiosa gesta por la paz que los integrantes de la Soka Gakkai locales están desplegando. En 1980, Yasutaka Yamashiro tomó la decisión de mudarse a Mar del Plata, abrigando el deseo de abrir nuevos caminos siguiendo las guías del maestro Ikeda. En esta oportunidad, compartimos las reflexiones de este predecesor en la fe, quien compartió al equipo de Humanismo Soka la historia de una vida dedicada al kosen-rufu.

Entre el aroma a la sal de océano y calles llenas de vida, palpita en la ciudad de Mar del Plata la alegría y la esperanza de construir un futuro de felicidad. De hecho, «La feliz» es una forma en la que típicamente se conoce a esta ciudad de «mares de plata», la cual actualmente es escenario de la grandiosa gesta por la paz que los integrantes de la Soka Gakkai locales están desplegando. En 1980, Yasutaka Yamashiro tomó la decisión de mudarse a Mar del Plata, abrigando el deseo de abrir nuevos caminos siguiendo las guías del maestro Ikeda. En esta oportunidad, compartimos las reflexiones de este predecesor en la fe, quien compartió al equipo de Humanismo Soka la historia de una vida dedicada al kosen-rufu.


Yamashiro tiene ochenta y cinco años. Nació en medio de la Segunda Guerra Mundial en Okinawa, en una gran familia de ocho hermanos. Cuando tenía dieciocho años, se subió a un barco que surcó el océano durante cincuenta días, rumbo a Bolivia, donde estaba su hermano. Y, en 1963, vino a la Argentina, a la provincia de Buenos Aires. Trabajó como peón en una quinta, y también en una florería. Entonces, en 1966, cuando tenía veintiséis años, un amigo le transmitió el budismo. «La verdad es que, cuando vivía en Japón, no conocía la Soka Gakkai. Pero cuando vine acá a Argentina, me encontré con esta gran enseñanza. Desde el inicio, sentí en mi interior que es de verdad esta fe. Entendí que entonar Nam-myoho-renge-kyo puede cambiar mi vida. Y todavía lo siento el día de hoy», expresa. Entonces, ese mismo día, decidió recibir el Gohonzon. «Recuerdo que esa noche, mientras entonaba daimoku, tomé la decisión de jamás alejarme de esta fe. Fue como un juramento».

En aquel momento, un amigo de Japón le envió una carta que decía: «En Japón hay un millón de muchachos jóvenes esforzándose por el kosen-rufu, la paz mundial. ¿Por qué no decidís vos también formar parte?». El joven Yasutaka, sorprendido por la dimensión del movimiento que la Soka Gakkai había adquirido en Japón, tomó la decisión de esforzarse también en abrir ese camino en Argentina.


La ciudad de Mar del Plata fue fundada en 1874. Como uno de los más importantes polos culturales del país, es elegida cada año por millones de turistas que se ven atraídos por la belleza de su mar y sus calles.


Todavía no conocía mucho sobre la relación entre maestro y discípulo. Sin embargo, un tiempo después, le ofrecieron la oportunidad de viajar a Japón. En este viaje, en una de las actividades realizadas, se llevó adelante una plantación de árboles en la que participó el maestro Ikeda, quien, en aquel entonces, tenía alrededor de cuarenta años. Sorprendido ante su liderazgo y postura, aquel momento quedó grabado en el joven corazón de Yamashiro. Luego de plantar el árbol, Ikeda estrechó la mano de los participantes. En ese instante, fue tal la emoción que Yamashiro experimentó, que no pudo decir más que un «muchas gracias», pero en su interior tomó la decisión de que jamás abandonaría a su maestro. Por eso, cada octubre renueva su juramento de eternamente luchar por la paz y la felicidad de las personas junto al maestro Ikeda.

Cuando regresó, se consagró a las actividades por el kosen-rufu. Viajaba por distintos lugares de Buenos Aires y del país para compartir con más personas esta filosofía de vida y alentarlas a ser felices. «Muchas personas me tomaban de loco… Pero nunca dudé de la fe en el Gohonzon. Al contrario, más se encendió mi decisión. “¡Voy a luchar, voy a demostrar la verdad de este budismo!”, pensaba. Decidí poner en primer lugar la práctica. “Primero voy a practicar correctamente, y a partir de ahí voy a crear lazos de amistad en la sociedad”. Y a esto lo mantengo hasta hoy». Con el tiempo, logró ganarse la confianza uno tras otro de los integrantes de su comunidad.

En 1970, se casó con Cristina. «Mi esposa siempre se preguntaba, ante cada situación, “esto, ¿cómo lo pensaría el maestro Ikeda?”. Si no fuera por él, lo más probable es que no hubiera conocido la Soka Gakkai ni el Gohonzon, no hubiera podido practicar. Todo se lo debo al mentor. Aunque falleció, vive adentro de nuestros corazones. Esto siento».

En 1980, el matrimonio se mudó a Mar del Plata con el deseo de expandir la red de aliento en esta ciudad. «Estábamos entusiasmados, pero no llegaba nadie. Invitábamos a las reuniones a amigos que venían en verano. En Mar del Plata, cuando hay buen clima, viene mucha gente, pero cuando hace mal tiempo, no viene nadie. Pero todas las semanas, sin importar cómo sea el tiempo, con mi esposa entonábamos Nam-myoho-renge-kyo. Durante tres años, transmitimos el budismo a las personas que conocíamos». Se propusieron que al menos veinte personas abrazaran la fe, y mediante el desafío en transmitir los valores del budismo a los vecinos y amigos, concretaron que todas ellas ingresaran en la Soka Gakkai.

«Me siento dichoso de que puedo cantar daimoku, de que puedo gozar la vida. Siempre mi base fue el daimoku. Si hay daimoku, cualquier cosa se puede transformar. Por ejemplo, cuando vine a Mar del Plata no tenía trabajo. Entonces, yo cantaba daimoku durante horas Vivía en una pequeña casa, y salía a caminar para buscar empleo en distintas tintorerías. Y una noche, un señor viene a mi casa y se baja de un gran auto. Me pregunta si soy Yamashiro, y me ofrece trabajo. Después tuvimos una tintorería, que manteníamos con mi esposa… Pero, como sea que me encontraba, nunca me alejé del Gohonzon ni de la Soka Gakkai mientras siguiera con vida. Yo solo quería luchar por el kosen-rufu».

Como no había casas para hacer reuniones de diálogo, su objetivo era concretar una casa. Pero como la situación económica era compleja, no era una meta tan simple. Sin embargo, con la firme decisión de conseguir el mejor lugar en el que los miembros y amigos puedan reunirse, logró concretar una casa en el centro de la ciudad, en la que todas las semanas se realizaban las actividades de Mar del Plata. En ese momento, la familia ya contaba con dos hijas: Noriko y Takako. Ambas abrazaron la fe, al igual que sus respectivos hijos. Noriko, la mayor, afirma: «Cada vez que invoco daimoku, voy a una reunión o leo un aliento del maestro Ikeda, siento que nace en mí la esperanza y la convicción». También Takako comparte: «Aprendí que para concretar algo, transformar un sufrimiento o una tristeza, siempre debía partir de hacer un gran cambio en mí, en mi corazón».


La familia Yamashiro (sus dos hijas, tres nietos y su yerno) disfrutando una merienda. 


La esposa de Yamashiro, Cristina, falleció hace 15 años. Al respecto, él afirma: «Hasta entonces, nos esforzamos juntos por el kosen-rufu. Ella nunca abandonó la práctica. Por eso, nosotros dos siempre estuvimos unidos gracias a la fe, hasta el día de hoy. Su deseo era que surgieran valores humanos dentro de Mar del Plata, y que puedan tener su Centro Cultural de la Soka Gakkai acá. Compartíamos ese sueño. Luego de muchos años de esfuerzos, gracias al daimoku y al desafío en unión, ese deseo que compartíamos todos los integrantes de la familia Soka de Mar del Plata fue cumplido. Tengo mucho orgullo y agradecimiento hacia todos mis compañeros de la SGIAR».

Cuando llegó el momento de jubilarse, se enteró de que figuraba que había acumulado muchísimas deudas de las que no tenía idea por el negocio de la tintorería, a pesar de que siempre había pagado en tiempo y forma. Basándose en el daimoku, finalmente no tuvo que pagarlas y pudo jubilarse sin problemas. Incluso los empleados que lo ayudaron con los trámites se sorprendían de lo bien que resultó la situación.

«Actualmente, gracias a la práctica que pude sostener toda mi vida, gracias al maestro Ikeda y a la Soka Gakkai, soy feliz. No es que tengo mucho dinero, sino lo necesario para mantener mi vida. Pero tengo dos hijas y tres nietos, que practican dentro de la Soka Gakkai. Y este es un gran orgullo para mí. Mi decisión es mantener esta fe hasta el último momento de mi vida».

A veces, le preguntan por qué no se quedó en Japón, por qué nunca volvió a vivir allí con su familia. «¡A mí me gusta Argentina!», afirma con una sonrisa, y expresa su gran amor por este país y sus habitantes. «Si no fuera por la organización, seguro que hubiera vuelto a Japón. Pero una vez que empecé a practicar, nunca quise irme de acá».


Yamashiro visitando el Centro en Memoria del Presidente Makiguchi, Hachioji, Tokio.


Actualmente, se desafía en asistir a las reuniones de diálogo de su barrio. Su decisión es apoyar a todos los jóvenes a través de la oración, para que surja una corriente de valores humanos que perpetúe los valores de la paz, la cultura y la educación a lo largo del futuro.

«Si tuviera que decirle algo a los jóvenes, les diría que están en un momento que es como una “construcción”. Como dice el maestro Ikeda, cuando uno es joven no es que llegó a la perfección. En realidad, está construyendo su vida desde las bases. Recién están empezando... Cuando uno es joven, hay muchas dificultades; a veces uno está casado, otras, soltero, a veces uno enfrenta problemas… Pero, como sea, primero siempre hay que poner el daimoku. Si uno se mantiene cerca del corazón del maestro Ikeda y de la Soka Gakkai, su futuro está garantizado. Y, si uno se aparta, puede volver. “¡Hoy, empecemos de nuevo!”. Esta postura puede cambiar su vida. Yo lo creo así. Por eso, es necesario ser serio, incluso a veces severo con uno mismo, para no caerse ante las circunstancias ni dejarse llevar por influencias externas. Dominar esa “severidad” es también importante para sostener la fe.

Para mí, la práctica es de cada uno, para su cambio de vida. Por eso mi decisión fue nunca abandonar, nunca alejarme. Cuando uno practica correctamente, haciendo daimoku y gongyo y asistiendo a las reuniones, uno puede siempre adoptar una actitud positiva ante cualquier circunstancia en la vida. Como sea que me sienta, mantengo mi práctica, y esto me permite superar cada situación y sentir felicidad».

© Humanismo Soka - 2024

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