Humanismo Soka
La ciudad de Seúl, en Corea del Sur, es atravesada por el arroyo Cheonggyecheon. En la década de los 70 se lo enterró en un caño bajo tierra debido a que sus aguas estaban contaminadas por desechos cloacales. Además, sobre este sector se construyó una autopista de dos niveles para albergar más de 10 carriles de autos. Fue a comienzos del siglo XXI que los conflictos de tránsito y los altos niveles de contaminación del aire debido a la polución de los automóviles habían llegado a su límite. En 2005, la ciudad de Seúl decidió emprender una transformación con miras a mejorar la calidad de vida de los habitantes. Decidieron demoler la autopista, abrir el cauce del río a la superficie y sanear el arroyo (quitarle los contaminantes), mientras a la par se creó un parque público lineal de 400 hectáreas que bordean el curso de agua. Esto impulsó la movilidad a pie y en bicicleta, con los beneficios ambientales y a la salud que brindan; causó la disminución del tránsito vehicular; brindó un saldo económico positivo en la ciudad debido al aumento del turismo y del precio de las propiedades aledañas; la calidad del aire mejoró notablemente; e incluso disminuyó la temperatura en el entorno del arroyo.
En 1967, cuando recién se estaban dando los primeros pasos en la concientización ambiental (uno de los primeros hitos fue el libro de Rachel Carson Primavera silenciosa de 1962, que advertía sobre los efectos de los agroquímicos en la salud), el maestro Daisaku Ikeda expuso en una reunión de líderes de la Soka Gakkai, en Japón, su visión de «una ciudad de rascacielos elevándose entre bosques y fuentes». En esa reunión, como posteriormente narró en su novela La nueva revolución humana, plasmó su visión de una ciudad que exista en armonía con las personas y el ambiente, y «como ciudadano preocupado, había resumido en diez puntos sus ideas para tratar los diversos problemas de la ciudad –la aglomeración en los trenes en las horas pico, la polución y la escasez de vivienda– y hacerla confortable para sus pobladores. Entre las propuestas estaba una red de transporte compuesta por monocarriles y autopistas; parques verdes donde las personas pudieran descansar y relajarse, o realizar ejercicios saludables; centros culturales para promover el arte; y zonas industriales preparadas para evitar la contaminación». [1]
El caso del Arroyo Cheonggyecheon es un ejemplo de lo que se llama Infraestructura Sostenible o Infraestructura Azul y Verde. Son conceptos surgidos a fines del siglo XX para referirse a obras en las que se utilizan los bienes y servicios de la naturaleza para solucionar problemas como las inundaciones, la contaminación o cualquier otra necesidad en las ciudades. Se trata de una mirada que, como la que expone el budismo de inseparabilidad entre el sujeto y medio ambiente (esho funi), destaca el valor irremplazable de la naturaleza y la incluye como parte indivisible de uno.
Ahora, ¿con hacer una obra alcanza? El maestro Ikeda señala: «¿qué había que hacer para transformar a Tokio en una ciudad ideal, cuyos residentes pudieran estar orgullosos de ella? El requisito más importante era fomentar el amor de los residentes por su comunidad». [2] En este sentido, es a partir de nuestro esfuerzo en generar vínculos de respeto con nuestros vecinos y compañeros que podemos generar una sociedad de armonía donde se respete la vida en todas sus formas. «Nada es tan importante como nuestra conducta y nuestro esfuerzo cotidiano. Allí es donde brilla el humanismo genuino». [3]
CITAS
[1] IKEDA, Daisaku: La nueva revolución humana, Buenos Aires: Azul índigo, 2018, vol 12, pág. 168.
[2] Ib.
[3] IKEDA, Daisaku: La sabiduría para ser feliz y crear la paz, Buenos Aires: Azul índigo, 2019, vol 3, pág 83.