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¡El verdadero triunfo! Más allá de las calificaciones. | SALUD MENTAL: Sobre el pensamiento de Victor Frankl.

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Humanismo Soka

miércoles, 23 de julio de 2025

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A veces sentimos que, si algo no nos sale perfecto, no tiene valor: si no alcanzamos la nota más alta, o el objetivo que teníamos no se concreta tal como lo habíamos planeado, pareciera que no cuenta. Esta mitad del año nos invita a mirar el camino recorrido y a redefinir cómo queremos seguir avanzando. Un nuevo punto de partida se vuelve posible cuando nos detenemos a pensar, con sinceridad: ¿qué significa realmente avanzar?

A veces sentimos que, si algo no nos sale perfecto, no tiene valor: si no alcanzamos la nota más alta, o el objetivo que teníamos no se concreta tal como lo habíamos planeado, pareciera que no cuenta. Esta mitad del año nos invita a mirar el camino recorrido y a redefinir cómo queremos seguir avanzando. Un nuevo punto de partida se vuelve posible cuando nos detenemos a pensar, con sinceridad: ¿qué significa realmente avanzar?

A veces sentimos que, si algo no nos sale perfecto, no tiene valor: si no alcanzamos la nota más alta, o el objetivo que teníamos no se concreta tal como lo habíamos planeado, pareciera que no cuenta. Esta mitad del año nos invita a mirar el camino recorrido y a redefinir cómo queremos seguir avanzando. Un nuevo punto de partida se vuelve posible cuando nos detenemos a pensar, con sinceridad: ¿qué significa realmente avanzar?

Es común, especialmente durante la juventud, etapa en la que nos desafiamos en el estudio, en el trabajo o atravesamos etapas de crecimiento personal, sentir que el valor de nuestros esfuerzos depende de que el resultado sea lo más «perfecto» posible. Anhelamos calificaciones sobresalientes, logros impecables o metas alcanzadas sin ningún error. Pero a veces esta exigencia suele jugarnos una mala pasada, y, en vez de impulsarnos a aprender y desafiarnos, termina determinando nuestro valor como personas. Claro está que es importante triunfar y materializar nuestros esfuerzos de manera concreta, pero, ¿qué pasa cuando esta autoexigencia, que en un principio parecía motivarnos, se torna una carga, nos frustra, nos paraliza o nos lleva a compararnos?

Desde la Psicología se conoce este modo de pensar –inherente a los seres humanos– como pensamiento dicotómico o también llamado «todo o nada». Ocurre cuando vemos las situaciones sólo en dos categorías en lugar de considerar toda una gama de posibilidades. [1] Interpretamos las situaciones en términos absolutos, sin matices. Desde esta lógica, si no hacemos algo de manera perfecta, tendemos a pensar que es un fracaso o que nuestros esfuerzos han sido en vano. Muchas veces esto sucede sin que percibamos este modo de pensar y de abordar nuestra cotidianidad, lo que termina impactando en el modo en que evaluamos nuestros propios logros y a nosotros mismos.

Este mecanismo, cuando es rígido y queda vinculado a nuestro valor personal, puede afectar nuestra autoestima, haciéndonos perder la confianza en nosotros mismos. Sin embargo, esto no tiene por qué definirnos. Poder identificarlo ya es un paso ganado, dado que un cambio en nuestra postura nos da la oportunidad de redefinir el sentido que le damos a cada una de nuestras acciones.

Al respecto, Victor Frankl, psiquiatra y escritor austríaco sobreviviente de los campos de concentración durante el Holocausto, expresa que no siempre podemos elegir lo que nos pasa, pero sí la actitud con la que respondemos a eso. En su conocido libro El Hombre en busca del sentido, Frankl escribe: 

«Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino– para decidir su propio camino». [2] También refiere que siempre «se guarda la libertad interior de decidir quién se quiere ser –espiritual y mentalmente– y es precisamente esta libertad interior, que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido». [3] Esta observación plantea una importante reflexión: cada instante, cada desafío que emprendemos en los estudios, en nuestros esfuerzos y batallas personales, incluso las que nos generan un hondo sufrimiento, poseen de manera intrínseca la posibilidad de crear valor.

Esta noción fue la que impulsó a Frankl a desarrollar su propuesta terapéutica: la Logoterapia, [4] centrada en la búsqueda del sentido, que considera al ser humano como alguien que se interroga por el propósito de su existencia y por aquella dimensión profunda que da significado a su vida y a sus acciones. Desde esta perspectiva, podríamos empezar a hacernos nuevas preguntas: ¿cuál es el propósito de rendir este examen?; ¿qué voy a aprender más allá de lo teórico?; ¿cómo va a enriquecerme este desafío que estoy enfrentando como ser humano? Frankl hablaba de crecer más allá de uno mismo y se preguntaba «¿Quién es en realidad el ser humano? Es el que siempre decide lo que es». [5]

Una decisión fue justamente lo que llevó a Frankl a quedarse en Viena y rechazar el visado que le permitía emigrar a Estados Unidos, gracias al cual podría haber continuado su prometedora carrera profesional. Pero fue su honda determinación y compromiso con el valor de la existencia lo que lo motivó a no abandonar a sus padres, de avanzada edad, quienes no habían podido reunir los documentos necesarios para el visado. En ese entonces, él ya venía trabajando en un manuscrito donde plasmaba una visión más humanizada de su labor profesional, fruto de más de dos décadas de experiencia clínica.

En una oportunidad el maestro Ikeda se refirió al pensamiento de este autor:

«Me gustaría citar otro fragmento de los escritos de Víctor Frankl que muestra una profunda comprensión de la naturaleza humana, precisamente porque su autor fue un hombre que superó grandes adversidades y dolores; en especial, la persecución de los nazis. 

Dice que uno no puede dar sentido a la vida de otra persona. Lo único que podemos dar a otro, lo único que podemos brindar a alguien como regalo de despedida en esta travesía que es la vida, es el ejemplo de nuestra propia vida, desde el comienzo hasta el final. No hay respuesta intelectual al sentido profundo del sufrimiento humano. Dice: “No podemos comprenderlo [a este sentido esencial] por vías intelectuales, sino desde un lugar existencial, con todo nuestro ser”.

Es algo difícil, pero Frankl dice que sólo nuestra propia existencia y nuestro propio ejemplo real –en otras palabras, la gente real– tienen el poder de guiar a otros hacia la felicidad». [6]

Afrontar los desafíos que se presentan en nuestra vida no solo nos impulsa a crecer y desarrollarnos, también nos permite desplegar al máximo nuestra capacidad vital como seres humanos. Y, al hacerlo, inspiramos a otros a descubrir su propia fuerza a partir de nuestro esfuerzo. Desde esta perspectiva, la dedicación y el compromiso que cada uno sostiene por superarse a sí mismo, enfrentar miedos, dudas, angustias e incertidumbres es lo crucial. Esta decisión no solo alberga la causa de la verdadera victoria personal, sino que también condensa el triunfo de las personas que nos rodean. Allí radica la clave de la revolución humana de cada uno. Como expresa el maestro Ikeda: «Solo los seres humanos tenemos la capacidad de aspirar a la autosuperación y al crecimiento interior. Poseemos la facultad de cambiar conscientemente la dirección de nuestra vida, de enriquecerla y profundizarla, en vez de dejarla transcurrir sin propósito. La revolución humana es mejorar nuestra vida de maneras más profundas y esenciales. Además, tiene un aspecto eterno. Es muy superior al simple progreso mundano. Por eso, lo más importante es crecer y transformar nuestra vida como seres humanos». [7]         

  


CITAS

[1]  BECK, J: Terapia cognitiva conceptos básicos y profundización, España: Gedisa, 1995, pág.152. 

[2]  FRANKL, V: El Hombre en busca del sentido, Buenos Aires: Herder, 2004, pág.90. 

[3]  Ib, pág. 91.

[4]  Ib, pág. 120.

[5] Ib, pág. 110.

[6] IKEDA, Daisaku: Diálogo sobre la religión humanística: El mundo de los escritos de Nichiren Daishonin, publicado en la edición de noviembre de 2002 del Daibyakurenge, revista mensual de estudio de la Soka Gakkai.

[7]  IKEDA, Daisaku: La sabiduría para ser feliz y crear la paz, Buenos Aires: Azul índigo, 2019, vol. 1, pág 23.

© Humanismo Soka - 2024

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