Humanismo Soka
—Dedicado a mis preciadas y queridas miembros
del Departamento Juvenil Femenino—
¡Ah, qué hermoso es el Sol...!
Su resplandor infinito
ilumina la dignidad de todos los hombres...
¡Ah, poder que existe
para cumplir su propio juramento
e iluminar eternamente
a cada ser viviente del universo!
Frente al Sol,
no hay discriminación.
Frente al Sol,
la oscuridad no existe.
Frente al Sol,
los derechos de todos son los mismos.
Frente al Sol,
cada lugar se convierte
en un brillante reino de paz.
Hoy, una vez más,
caminaré por la ruta que yo elegí;
me esforzaré en la tarea escogida,
para escribir una historia personal
de veras magnífica,
que la lluvia insidiosa de mentiras
no consiga jamás debilitar.
Andaré por el camino de la sonrisa feliz,
fiel a mi propia vida
y de la forma que me es propia,
sin permitir que nada me llegue a derrotar.
Sé que en esta senda se encuentra
mi más valioso tesoro.
La juventud se va y no regresa.
Es como una joya única,
que ningún precio puede pagar.
Por ese mismo motivo,
radiante de dicha y de vitalidad,
voy a vivir con todas mis fuerzas.
Sé que, en esta tenacidad,
encontraré los cimientos de la vida.
Sé que, en esa lucha,
nace y comienza
mi propia felicidad,
una felicidad nueva,
que desde mi interior,
segura ha de brotar.
¡Jamás dejaré de avanzar!
No miraré hacia atrás,
ni aun en las horas más difíciles.
La vida es algo que debo vivir
con fortaleza, optimismo e integridad.
Junto a los días felices,
—lo sé muy bien—
habrá otros de amarga tristeza.
¡Pero ni aun en esas horas,
ni aun entonces
maldeciré la existencia!
¡La juventud es vida en crecimiento constante!
En cada paso radiante
por la ruta de la vida,
hay incontables libros de conocimiento,
junto a la sabiduría que ustedes están buscando.
Todas las dificultades de la existencia
están allí para que, sin falta, las venzan,
dentro de su propio ser.
Una juventud, una vida construida sabiamente
en el sublime reino del corazón,
bajo el emblema de la felicidad
y de la esperanza constructiva
tienen el don de llenarnos de deleite
y de colmarnos de la máxima alegría.
Si viven así,
todo lo que experimenten
se sumará a la guirnalda de flores
fragantes y dulces
que, a modo de corona,
adornará su vida.
¡Ay, hija mía de asombrosa misión!
Conviertes el yermo paisaje invernal
en escenario de una danza primaveral y vibrante
que envuelve todas las cosas
en la tibia y blanca luz del Sol.
La fuerza vital de la juventud
es enérgica y brillante;
cabe en ella todo el oro del mundo y,
¡más aún!...
La juventud es, por sí misma,
un palacio alhajado.
¡Resplandece el castillo de su vida,
de joyas relucientes tachonado,
de gemas más puras y exquisitas
que todos los astros de la bóveda estelar!
No hay cosa alguna que eclipse este valor.
Y, sin embargo, todos somos dueños por igual
de este sublime tesoro sin precio.
todos somos seres humanos:
en este mundo no hay nadie especial...
Nadie podrá quitarles ese tesoro,
pues el tesoro son ustedes,
y tomar conciencia de esto
es, en sí mismo, la felicidad.
El farol que encienden en bien de los demás
termina alumbrando su propia marcha;
las oraciones por la dicha de sus camaradas
hacen brillar en su corazón
el ardiente lucero de su propia felicidad.
El castillo de la felicidad en que yo vivo
¡no es pequeño, no es estrecho!
¡En él hay lugar para todos,
para ese amigo, para estos y aquellos!
Las personas de alma egoísta
expulsan fríamente a los demás;
quieren ser los únicos en disfrutar
de su palacio enjoyado.
Pero, en definitiva,
acaban cerrando
las puertas de su propio castillo,
y se condenan a deambular, perdidos,
en el infierno de la soledad.
Si son débiles, si el miedo las domina,
a nadie podrán proteger.
Acabarán descubriendo en sí mismas
un corazón insensible y deplorable.
Cuando derroten sus propias desdichas,
podrán entender el dolor intolerable,
la negra desesperación de los demás.
Para ayudar a los semejantes
a erradicar el sufrimiento,
tendrán primero que ganar la batalla
contra su propia debilidad.
«¡Sean cada vez más fuertes!»
Que ésta sea la infalible consigna
en el desafío por abrir de par en par
los portones del palacio de la dicha.
Despídanse de la melancolía
y derroten sus flaquezas más profundas;
nunca permitan que las confundan
el engaño o la ilusión,
y mantengan fidelidad absoluta
a la verdad y a la justicia.
¡La fe no es autocompasión,
ni permiso para entregarse a los lamentos!
¡Pero, sí, es victoria rotunda
en la heroica lucha de la vida!
¡Discípula de mirada ardiente!
¡Por el solo hecho de ser joven
eres, al mismo tiempo,
princesa de la felicidad!
¡Que tu altísimo vuelo deje atrás
las nubes tortuosas del sufrimiento!
¡Con tu propio espíritu vivaz,
haz que tus alas de libertad
bien anchas se extiendan y eleven!
Y, desde la altura imponente,
contempla con serenidad
el pantano maloliente
de la envidia y de los celos.
No seas esclava de tus emociones,
pues la mente jamás deja de fluctuar.
¡Ten orgullo y dignidad!
¡Sé siempre maestra
del reino de tu corazón!
Recuerda en todo momento
que eres soberana del humanismo;
ocupa, entonces, tu trono real,
el sitial de tus tesoros,
y en un mundo rico y colorido,
¡concéntrate en cumplir tu gran misión!
24 de marzo de 1999
Daisaku Ikeda
Poeta Laureado
(Publicado el 25 de marzo de 1999 en el Diario Seikyo, periódico de la Soka Gakkai).