Humanismo Soka
«Nada resulta superior al destino del canto.
Ninguna fuerza abatirá tus sueños,
Porque ellos se nutren con su propia luz.
Se alimentan de su propia pasión.
Renacen cada día, para ser». [2]
La vida y obra de Atahualpa Yupanqui
Conocido como Atahualpa Yupanqui, Héctor Roberto Chavero (1908–1992) es uno de los autores más importantes del folklore argentino y latinoamericano. Desde muy joven eligió su seudónimo para publicar sus poemas y canciones en revistas locales: Atahualpa Yupanqui, que significa «el que viene de tierras lejanas para contar».
Dedicó su vida a cumplir lo que su nombre declara, transmitiendo en todo el mundo sobre la vida del pueblo, especialmente los detalles y profundos significados del campesinado argentino, su humildad, fortaleza, sabiduría y profunda poesía.
Nació en enero de 1908, en las cercanías de Pergamino, provincia de Buenos Aires. De familia humilde, su padre era un trabajador ferroviario de ascendencia quechua, y también se dedicaba a la doma de caballos. «Mi padre era un pobre con libros. Siempre llevaba cuatro caballos y unas alforjas con libros… Con extraños libros que alguna vez leí», relató el artista en una entrevista. Su madre, en cambio, era de familia vasca: esta mixtura fue lo que marcó el camino de su vida, conectando las distintas culturas en el mundo con la música y poesía argentina.
Su familia, que apreciaba mucho la música, lo llevó a aprender guitarra con distintos músicos del pueblo. Así se encontró con la música de distintos maestros del estilo clásico y también de guitarra. «Descubrí que la guitarra tenía otro horizonte, otro universo… Era un mundo que yo no conocía. Me deslumbró extraordinariamente», contó en una ocasión. Junto con esa técnica musical, lo que marcó su carrera como artista fue la cultura y poesía del pueblo, la guitarra campera, los relatos de payadores, los cuentos y leyendas de los trabajadores rurales. Estos quedarían grabados en su vida, y así fue que decidió ser el cantor, que cuenta sobre las cosas de su tierra.
Rememorando sus inicios, expresó: «A los catorce años empecé a escribir con este nombre, “Yupanqui”. Empecé a firmar pequeñas coplas muy malas, y sonetos, con este nombre, que quiere decir “has de contar”, “narrarás”. Yo no tenía conciencia de que significaba esto… No tenía la menor idea de que ese nombrecito que yo usaba iba a ser un determinante de mi destino. Y ahora me doy cuenta que, el que camina por el mundo, no soy yo, no es el Héctor Roberto Chavero. Este nombre [Yupanqui] es el que me lleva a mí por el mundo. El otro yo interior se quedó junto a las espuelas de mis padres mirando una vieja pampa y un caballo perdido: mi tierra».
Hacer frente a las adversidades
«Yo he caminao por el mundo
he cruzao tierras y mares,
sin fronteras que me pare
y en cualesquiera guarida,
yo he cantao, tierra querida
tus dichas y tus pesares». [3]
Ya desde su infancia, y más tarde a través de sus viajes por el país, conoció las dificultades de la vida de los campesinos y las injusticias que tenían que atravesar. Esto lo llevó a dedicar sus canciones a dar a conocer el sentimiento del pueblo, dando una imponente voz a sus compatriotas. Por su fuerte compromiso social, sufrió persecuciones, fue encarcelado y torturado en reiteradas ocasiones durante diez años, y posteriormente exiliado.
Vivió en Uruguay, Chile y luego en Francia. Gracias a la célebre cantante francesa Eidth Piaf, tuvo una importante popularidad en Europa. Allí grabó discos, ofreció numerosos conciertos y publicó libros de poesía y relatos, siempre manteniendo su identidad como argentino y campesino.
Compartir las dichas y pesares del pueblo
Dedicó sus canciones a dar voz a las vivencias del pueblo, especialmente a aquellas personas que eran olvidadas y tenían una vida muy sacrificada. En su poema Destino del Canto, declara su profunda convicción como artista:
«La luz que alumbra el corazón del artista
es una lámpara milagrosa que el pueblo usa
para encontrar la belleza en el camino,
la soledad, el miedo, el amor y la muerte.
Si tú no crees en tu pueblo, si no amas, ni esperas,
ni sufres, ni gozas con tu pueblo,
no alcanzarás a traducirlo nunca». [4]
Atahualpa Yupanqui nos enseña en este poema que aquel que ha decidido compartir las dichas y pesares del pueblo, deberá atravesar muchas dificultades. Pero, justamente por eso, su vida tiene una belleza única, y su arte puede traducir el pueblo, llegar verdaderamente al corazón de las personas, y ser una fuente de esperanza para transformar las situaciones dolorosas en una profunda convicción y amor por la vida de las personas comunes.
«Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de la tierra,
Si comprendes su sombra, te espera
Una tremenda responsabilidad.
Puede perseguirte la adversidad,
Aquejarte el mal físico,
Empobrecerte el medio, desconocerte el mundo,
Pueden burlarse y negarte los otros,
Pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha,
Porque no es sólo tuya.
(...) Y al llegar el final, tendrán su premio, nadie los nombrará,
Serán lo "anónimo"» [5]
Atahualpa Yupanqui como escritor
Además de cantor, Yupanqui fue escritor. Entre sus libros destacan El canto del viento, Cerro Bayo Aires indios y La Capataza. En ellos, expone distintas poesías y relatos sobre la vida en los diferentes paisajes de Argentina. En la provincia de Córdoba, donde también residió, encontró una gran inspiración que marcó su vínculo con la naturaleza, temática sobre la que tratan mucho de lo que escribió.
A su vez, escribió el libro Del algarrobo al cerezo, en el cual cuenta sus memorias sobre los distintos viajes que realizó a Japón, muy marcados en su vida. En Japón, visitó el Monumento a la Paz de Hiroshima. Esta experiencia lo llevó a grabar la canción Nem Kokoro (Canción de cuna de Hiroshima), y a escribir un poema titulado Hiroshima.

Atahualpa Yupanqui en el Monumento a la Paz en Hiroshima, Japón.
«Como Ave Fénix, de las cenizas renaciendo.
Como una Sinfonía de Beethoven
que alcanza la alegría a través del dolor.
(...)
Y te recuperaste, y renaciste,
Hasta pintar de nuevo la timidez graciosa del cerezo.
Y las madres pudieron en la tarde
recomenzar el canto interrumpido.
¡Nem Kororo! ¡Nem Kororo!
Así te siente mi corazón enamorado.
Así te canta mi guitarra Argentina.
Así te digo adiós y en ti me quedo.
¡Hiroshima!» [6]
¡Nunca perder la esperanza!
Una vez, el maestro Daisaku Ikeda, quien también fue un firme defensor de la justicia, y quien durante toda su vida luchó incansablemente por la felicidad del pueblo, alentó a los jóvenes de la siguiente manera:
«Recuerdo que un filósofo dijo una vez: “Abracen la causa de la verdad y duplicarán su fuerza”. Esa es la enseñanza que yo también quiero dejarles: ¡sean cuales fueren las persecuciones que deban enfrentar, mis jóvenes discípulos, pónganse de pie por la causa del bien! ¡Descubrirán, entonces, que tienen el doble de la fuerza que siempre imaginaron! Por favor, vivan absolutamente de acuerdo con lo que creen verdadero y correcto. Si, en el trayecto, tropiezan y caen, pónganse nuevamente de pie y sigan adelante. Una vez que venzan desafío tras desafío, comprobarán que han ingresado en el camino del bien supremo.
Recordemos siempre estas palabras inalterables, perpetuas: “Más allá de la época o de la opinión de los demás, jamás permitan que los aparten de sus convicciones fundamentales. Lo más importante es tener una convicción tan firme e inamovible como el Monte Fuji”. Deseo que cada uno de ustedes desarrolle una personalidad majestuosa y sólida como una montaña, un yo pleno de coraje, perseverancia y capacidad». [7]
Tal como demuestra el ejemplo del gran Atahualpa Yupanqui, cuando convertimos nuestras experiencias, por más amargas que sean, en una fuente de creatividad, transformando nuestras penas y dificultades en un valor positivo, esas vivencias ya no son solo nuestras, sino que pasan a pertenecer a todo el pueblo, a todas las personas. En palabras del poeta, así traducimos nuestro corazón al de las personas comunes, nos unimos y nos inspiramos mutuamente para nunca perder la esperanza, y vivir con la convicción de triunfar sobre no sólo nuestros propios sufrimientos, sino el de todas las personas.
«Siempre hay alguna tapera
en la falda de una sierra.
Y mientras siga esta guerra
de injusticias para mí,
yo he de pensar desde allí
canciones para mi tierra.
Y aunque me quiten la vida
o engrillen mi libertad.
¡Y aunque chamusquen quizá
mi guitarra en los fogones,
han de vivir mis canciones
en l’alma de los demás!» [8]
CITAS
[1] ATAHUALPA Yupanqui: A qué le llaman distancia.
[2] ATAHUALPA Yupanqui: Destino del Canto.
[3] ATAHUALPA Yupanqui: El Payador Perseguido.
[4] ATAHUALPA Yupanqui: Destino del Canto.
[5] ATAHUALPA Yupanqui: Destino del Canto.
[6] ATAHUALPA Yupanqui: Hiroshima, el pueblo que no olvida.
[7] IKEDA, Daisaku: Conversaciones con la juventud, ¿Por qué el bien sufre un continuo hostigamiento?, publicado el 24 de junio de 1998 en el Koko Shimpo, periódico quincenal del Departamento de Estudiantes de Segunda Enseñanza Superior de la Soka Gakkai.
[8] ATAHUALPA Yupanqui: El Payador Perseguido.
Material de referencia, véase: https://www.youtube.com/watch?v=wcTuU-rOxGM









