Humanismo Soka
El dinamismo de la virtualidad
La época actual, caracterizada por la permanente conectividad, instantaneidad y virtualización de los vínculos, parece correr a una velocidad que nunca logramos alcanzar. En ocasiones, puede invadirnos la sensación de quedar por fuera de ese ritmo vertiginoso. Esta lógica nos expone a exigencias profundas que asumimos casi sin darnos cuenta. Poco a poco se instala el mandato de perfección y éxito: el «deber ser». Pero, ¿cuál es el costo de sostener estas expectativas e ideales de perfección? ¿Y qué impacto tiene esto en nuestra salud mental?
Podemos tomar como ejemplo de esta lógica el capítulo titulado «Caída en picada», de la temporada 3 de la serie Black Mirror (en inglés, Espejo negro, metáfora que alude a nuestro reflejo través de una pantalla apagada de un dispositivo electrónico). Este capítulo muestra la vida de una joven en una sociedad en la que la interacción entre las personas queda reducida a puntajes que se asignan entre sí a través de una red social. Dichos puntajes terminan por definir su estatus, nivel de «éxito» y hasta su autoestima. La escenografía del episodio muestra espacios impolutos, minimalistas, en tonos pasteles; sus habitantes visten impecablemente, siguiendo las últimas tendencias. A lo largo de la trama, la protagonista realiza enormes esfuerzos para sostener una imagen ideal de prestigio y perfección que resulta imposible de mantener y terminan socavando su autoestima.

Capítulo de la serie Black Mirror «Nosedive» o «Caída en picada».
Autoestima e identidad a través de las pantallas
En su libro Modernidad líquida, el sociólogo Zygmunt Bauman reflexiona sobre las características de la sociedad contemporánea, destacando un concepto central en su obra: la fluidez como metáfora de la era moderna. En su libro explica que «Los fluidos, por así decirlo, no se fijan al espacio ni se atan al tiempo; no conservan una forma durante mucho tiempo y están constantemente dispuestos (y proclives) a cambiarla; por consiguiente, para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar: ese espacio que, después de todo, sólo llenan "por un momento". Los fluidos se desplazan con facilidad. "Fluyen", "se derraman", "se desbordan", "salpican", "se vierten", "se filtran", "gotean", "inundan"». [1]
El autor utiliza esta comparación para explicar la dinámica de cambio constante, presente en la forma de vincularnos, en el ámbito laboral y el diario vivir. En la época actual impera esta lógica de transitoriedad, inconsistencia e instantaneidad. En un contexto así, la espera y el tiempo que requieren ciertos procesos -como crecer, desarrollarnos o concretar un objetivo- pueden resultar abrumadores. Buscamos resultados rápidos, en gran parte influenciados por lo que vemos diariamente en las redes sociales: soluciones inmediatas, recetas instantáneas o la apariencia de un éxito perfecto. Esto también se refleja en la historia de la protagonista y personajes del capítulo mencionado: vestimenta impecable, oficio ideal, carrera concluída en los plazos esperados, etc.
Asimismo, Bauman señala una tendencia a la individualización que nos conduce a encerrarnos cada vez más en nosotros mismos, donde la perdurabilidad y el sentido de lo colectivo se convierten en un valor a seguir cuidando y fortaleciendo. Así como estas nuevas formas de vivir, de ser y de vincularnos también inciden en la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Algunos autores como Roxana Morduchowicz, doctora en comunicación, refieren que la identidad es «una forma de expresión de la cultura en que vivimos y un elemento fundamental en su reproducción es la cultura internalizada en nosotros mismos, que se apropia bajo la forma de conceptos, ideas e imágenes compartidas. Las publicidades, las series televisivas, las películas, las canciones de moda, las telenovelas, las fotos de los diarios y las noticias proponen constantemente modelos de identidad cultural que sin duda influyen sobre la imagen que tenemos de nosotros mismos y de los demás». [2] Por ejemplo, basta con abrir una red social para encontrarnos con mensajes acerca de cómo debemos alimentarnos, qué productos consumir para mantener la salud o a qué edad «deberíamos» alcanzar determinados hitos.
Al respecto, el maestro Ikeda en un diálogo sobre la salud expresó:
«La sociedad actual marcha a paso acelerado. Es sumamente competitiva y dependiente de los cánones establecidos. La gente vive presionada, acosada por las obligaciones y por los requerimientos del medio social. Al mismo tiempo, las relaciones humanas, tan importantes para sostener y respaldar a las personas, son cada vez más superficiales. Falta una elemental sensación de seguridad. Debemos ser más auténticos... Si vivimos comparándonos con los demás o pendientes de lo que ellos piensan, sólo conseguiremos inhibirnos y limitarnos. Cada uno es protagonista de su historia; es el actor principal, el héroe del relato de su existencia. Es cuestión de decidir y avanzar según las propias convicciones; de actuar con la libertad de ser uno mismo. La excesiva preocupación por “quedar bien” no hará que los otros nos brinden felicidad». [3]
Por eso resulta tan importante nuestra perspectiva ante las circunstancias que afrontamos, y la forma en que reflexionamos acerca de cómo queremos vivir nuestra preciada existencia. La cuestión, entonces, puede que esté en pensarnos con eso que está ahí y llegó para quedarse, como suele decirse, y cuál es nuestra postura al respecto. Dado que resultaría imposible situarnos por fuera de este contexto o considerar la subjetividad sin el impacto de internet o las redes sociales, puede que sea necesario preguntarnos: ¿cómo hacer un uso responsable de estos dispositivos? ¿De qué manera aprovechar los recursos que están a nuestro alcance para enriquecernos y crear valor?
Vincularnos con la tecnología desde una perspectiva de salud
Sin duda, la tecnología, los dispositivos electrónicos y las redes sociales no son negativas en sí mismas; al contrario, ofrecen múltiples beneficios para la vida cotidiana. Lo fundamental es mantenernos abiertos a revisar el modo en que las utilizamos, cuestionar sus efectos en nuestra salud e identificar cuándo hacemos un uso que pueda resultar perjudicial para poder dotar de profundidad estas acciones.
El maestro Ikeda afirmó: «Nichiren Daishonin enseña que lo importante es el corazón. [Y afirmó:] “más valiosos que los tesoros de los cofres son los del cuerpo. Pero ninguno es tan preciado como los tesoros del corazón”. Estos no se deterioran ni se destruyen con la edad, la enfermedad o la muerte. Nos conducen al camino de la felicidad y nos permiten lograr un estado de vida imbuido de las cuatro nobles virtudes -eternidad, felicidad, verdadera identidad y pureza-. Los que han acumulado estos tesoros del corazón indestructibles pueden superar todas las dificultades con calma y serenidad» [4]
CITAS
[1] BAUMAN, Zygmunt: Modernidad líquida, México: Fondo de cultura económica, 2008, pág.8.
[2] MORDUCHOWICZ, Roxana: Los adolescentes y las redes sociales, Buenos Aires: Fondo de cultura económica, 2012, pág 18 y 19.
[3] IKEDA, Daisaku: Un nuevo siglo de salud: El Budismo y el arte de curar.
[4] IKEDA, Daisaku: Eternos alientos dorados, Buenos Aires: Azul índigo, 2023, pág 76 y 77.