Humanismo Soka
Jamás perder la fe en uno mismo.
¿Alguna vez sintieron un sufrimiento, problema o situación que los llevó a perder la confianza en ustedes mismos?
A continuación compartimos algunos extractos de palabras del maestro Ikeda sobre esta cuestión:
«Nada es irreparable en la juventud. El único error grave que pueden cometer cuando son jóvenes es perder la confianza en ustedes mismos o dejar que el miedo les impida intentar algo que quieren lograr. El verdadero éxito o fracaso en la vida no se ve antes de los cuarenta o cincuenta años. No dejen que la situación inmediata los atemorice o les haga perder la esperanza. Aunque hagan algo de lo cual se arrepientan, aunque tengan problemas, aunque se equivoquen, el futuro es largo.
Si observamos la vida de aquellos que hicieron cosas extraordinarias, vemos que su juventud no fue perfecta. Por ejemplo, se sabe que sir Winston Churchill era un mal estudiante. Al Mahatma Gandhi también le costaba mucho estudiar. Era tímido, callado y no le gustaba hablar con los demás. Albert Einstein era brillante en matemáticas, pero mal alumno en otras asignaturas.Wilhelm Röntgen, el descubridor de los rayos X, fue expulsado de su escuela técnica porque sus compañeros de curso lo habían acusado falsamente de un hecho que no había cometido.
¿Pero qué tuvieron en común todas estas personas en su juventud? Que nunca perdieron la fe en ellos mismos. Los que, de jóvenes, han conocido la experiencia de reprobar exámenes, ser hostigados y traicionados por sus compañeros, fracasaron al lidiar con la pobreza y la enfermedad, entienden mucho mejor los sentimientos de los demás y comprenden más la vida.
Aunque piensen que son un desastre o que no tienen remedio, yo sé que no es así. No tengo la menor duda de que cada uno de ustedes posee una misión. Digan lo que digan los demás, yo siempre voy a respetarlos y a creer en ustedes. Sea cual sea su situación actual, yo estoy absolutamente seguro de que les espera un futuro maravilloso.Si se caen, levántense enseguida. Si logran ponerse de pie, eso significa que pueden seguir avanzando». [1]
¿Qué podemos hacer en este momento para poder construir la vida que queremos como jóvenes?
El maestro Ikeda nos alienta:
«Ustedes son jóvenes: este es el mejor momento para desafiarse y construir. Empiecen a partir de ahora. ¡Comiencen algo, en este momento y en este lugar!
En todas las épocas ha habido grandes sufrimientos. Y en todas las épocas, la juventud siempre fue un período de intensas preocupaciones y angustias emocionales. Hay que enfrentar problemas con la escuela o la universidad, la familia, la salud, el aspecto físico, las relaciones y los amigos. Hay que sobrepasar ansiedades, aflicciones, frustraciones y tristezas. La juventud es una época llena de problemas. Pero el poder de los jóvenes consiste, precisamente, en buscar esas respuestas, alejar las nubes más oscuras y avanzar hacia el sol y la esperanza. Por supuesto que tendrán conflictos, cometerán errores y se arrepentirán de algunas cosas... Pero lo que importa es que no se dejen vencer por nada de eso. Sigan avanzando, no paren de avanzar, y ábranse paso a través de los problemas y del sufrimiento. O sea: seguir avanzando. Mientras tanto, entonen Nam-myoho-renge-kyo y no bajen los brazos, sigan andando, aunque sea de a uno o dos milímetros por vez.
Cuanto más sufran, cuantas más tristezas experimenten, y más daimoku entonen, más profunda será su vida. Todo eso servirá para nutrir su crecimiento como líderes del siglo XXI.
Cada persona posee su propia misión. Si hemos nacido, es porque tenemos un cometido que cumplir. Por eso debemos vivir a pleno y perseverar a lo largo de todas las circunstancias».
Como nos alienta nuestro maestro «cuanto más daimoku entonen, más profunda será su vida». La única manera para construir la vida que queremos como jóvenes, es desafiarnos en la oración.
«El daimoku es el motor que impulsa el progreso, la fuerza motriz de la victoria. Cada desafío debe comenzar con la oración. Nadie iguala a las personas que hacen daimoku en forma constante».
¿Cuál es el propósito primordial de la vida?
A continuación, compartimos algunos extractos de palabras del maestro Ikeda sobre el sentido de dedicar nuestra juventud a un noble ideal:
Los ideogramas con que se escribe la palabra «misión» en japonés significa, literalmente, "emplear la propia vida". ¿Con qué propósito vivimos? ¿Con qué fin hemos nacido en este mundo, provenientes del universo?
El budismo considera que el cosmos es una gigantesca entidad viviente. Si lo comparamos con el vasto océano, cada vida individual sería como una ola. Cuando del océano surge y se desprende una ola, eso es la «vida»; cuando la ola regresa y se fusiona con el mar, es la "muerte". En la vida y en la muerte, cada existencia individual es inseparable del universo.
Y todo el cosmos sustenta el nacimiento de una vida e interviene en él. ¡Todos ustedes han llegado hasta aquí con el beneplácito y los buenos deseos del universo entero!
Cada vida es preciada por igual. No hay jerarquía entre los seres vivos. Cada uno posee su naturaleza singular. La existencia de cada individuo es tan valiosa como el universo en su totalidad; es inseparable de él y es así de importante.
Nichiren Daishonin escribe, al respecto: «[D]e todos los tesoros, el mayor es la vida»; «[E]l Buda dice que la vida es un bien que no se puede comprar, ni siquiera por el valor de un gran sistema planetario»
Por eso, jamás debemos quitarnos la vida; la violencia es algo malo y, por tal motivo, no debemos lastimar ni hostigar a los demás. Ninguno de nosotros tiene derecho a desestimar la vida, que es lo más valioso.
La juventud es una etapa en la cual nos preguntamos por el sentido de nuestra existencia. En tal caso, es como un «segundo nacimiento». El primer nacimiento es de índole físico, en el momento del parto. El segundo, que se produce en la juventud, es el momento en que «nacemos» como seres humanos, en el sentido real. Por eso, es doloroso. Requiere la misma lucha y el mismo esfuerzo que necesita un polluelo para romper el cascarón y salir del huevo.
¿Cuál es el propósito primordial de la vida? Ser victoriosos, es decir, ser felices.
¿Qué es, entonces, la felicidad? En su naturaleza más esencial, es un estado de inmensa plenitud.
¿Cómo podemos definir la plenitud? Es lo que alcanzamos cuando podemos vencer todas las dificultades. Sin obstáculos que nos impulsen a desafiarnos, es imposible lograr ese estado de completa satisfacción. Y sin una plenitud rebosante, no hay felicidad.
La dicha separada de la adversidad sencillamente no existe.
El verdadero triunfo es recorrer el camino con valentía, superando los desafíos que nos tocan, y construir una vida que podamos mirar con orgullo.
Para sobrellevar dificultades y superar circunstancias difíciles hace falta osadía. Para tener una vida productiva y correcta, día tras día, hace falta bravura. Y hace falta un tremendo valor para expresar nuestras opiniones ante la familia y los amigos, con el propósito de que todos, incluso nosotros mismos, avancemos en dirección más positiva.
Las personas que tienen el arrojo de hacer lo correcto, digan lo que digan los demás, poseen una «espada valiosa» de poder ilimitado. En el budismo, a estas personas se las llama budas y bodisatvas.
¿Qué es el kosen-rufu para nosotros?
Triunfar sobre nosotros mismos y concretar una gran prueba real en nuestro entorno más cercano, en nuestras circunstancias actuales, mostrando la prueba real de la fe. Aquí podemos compartir nuestro objetivo a partir de hoy, o que queremos transformar en nuestra vida o entorno
En la búsqueda de alcanzar nuestras metas personales, es fundamental cultivar la valentía. Adoptando una perspectiva global, como si el mundo entero fuera nuestro hogar, dediquemos nuestros esfuerzos diarios a servir a la humanidad, cada uno desde su propia esfera de acción. Es esencial mantener los pies firmemente en la tierra, evitando comparaciones con los demás y preservando la confianza en uno mismo, perseverando con tenacidad y constancia. Aquellos que aspiran continuamente a superarse y avanzar, incluso a través de pequeños pasos, son los que alcanzan el éxito. Los que siguen ascendiendo a lo largo de la vida, manteniendo la mirada fija en la cima, nunca se estancan ni retroceden. Finalmente, son recompensados con la magnífica visión de la victoria. Este es el camino del maestro y el discípulo.
(Material extraído de La sabiduría para ser feliz y crear la paz volumen 2, capítulo «Mensaje para los jóvenes»).