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¿Qué ocurre cuando tomamos decisiones? | SALUD MENTAL

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Humanismo Soka

viernes, 5 de septiembre de 2025

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Cada decisión que tomamos abre un nuevo rumbo en nuestra vida. En ocasiones, puede ocurrir que el miedo a equivocarnos nos paralice: tememos fallar o que las cosas no resulten como esperábamos. Este miedo incluso nos puede llevar a postergar decisiones importantes. Sin embargo, esas mismas situaciones pueden convertirse en un punto de partida y en una plataforma de crecimiento si logramos tomarlas como oportunidades para avanzar, aprender y descubrir nuevas posibilidades.

Cada decisión que tomamos abre un nuevo rumbo en nuestra vida. En ocasiones, puede ocurrir que el miedo a equivocarnos nos paralice: tememos fallar o que las cosas no resulten como esperábamos. Este miedo incluso nos puede llevar a postergar decisiones importantes. Sin embargo, esas mismas situaciones pueden convertirse en un punto de partida y en una plataforma de crecimiento si logramos tomarlas como oportunidades para avanzar, aprender y descubrir nuevas posibilidades.

Cada decisión que tomamos abre un nuevo rumbo en nuestra vida. En ocasiones, puede ocurrir que el miedo a equivocarnos nos paralice: tememos fallar o que las cosas no resulten como esperábamos. Este miedo incluso nos puede llevar a postergar decisiones importantes. Sin embargo, esas mismas situaciones pueden convertirse en un punto de partida y en una plataforma de crecimiento si logramos tomarlas como oportunidades para avanzar, aprender y descubrir nuevas posibilidades.

Cuando nos encontramos ante un momento crucial en el que tenemos que tomar una decisión importante, puede suceder que intentemos aplazar los más posible el momento de elegir. Evitar enfrentar los momentos decisivos puede convertirse en un patrón repetitivo que nos mantiene en un estado de inacción. Desde la psicología, se conoce a este mecanismo como procrastinación: una tendencia a posponer tareas o actividades importantes, habitualmente sustituyéndolas por actividades menos significativas o distracciones. [1]

Este patrón está estrechamente vinculado con lo que sentimos y pensamos. Cuando el miedo, la duda o la ansiedad se vinculan con pensamientos o creencias limitantes sobre nosotros mismos, dudamos de nuestra capacidad para afrontar el desafío que tenemos por delante. Entonces, postergamos esa tarea que nos resulta incómoda, dejamos transcurrir el tiempo, el momento de decidir o de asumir responsabilidades que nos generan inseguridad, preocupación o incertidumbre.

Esta ilusión de que «si dejo pasar el tiempo propicio me sentiré listo y tendré certezas claras» nos deja anclados. Es decir, dejar transcurrir el tiempo y no elimina la incertidumbre. Solo actuando se despeja el camino. Por eso, es tan importante la acción.

Una vez, el maestro Daisaku Ikeda alentó así a los jóvenes: 

«El poder de los jóvenes consiste, precisamente, en buscar esas respuestas, alejar las nubes más oscuras y avanzar hacia el sol y la esperanza. Por supuesto que tendrán conflictos, cometerán errores y se arrepentirán de algunas cosas... Pero lo que importa es que no se dejen vencer por nada de eso. Sigan avanzando, no paren de avanzar, y ábranse paso a través de los problemas y del sufrimiento.

Supongamos que se pierden en medio de la selva. Quieren encontrar la salida y llegar al océano, pero no saben hacia dónde ir. ¿Qué deben hacer? La respuesta es: seguir caminando en cualquier dirección, hasta encontrar un río. Y luego, caminar bordeando el río, hasta llegar a la desembocadura.

O sea: seguir avanzando. Mientras tanto, entonen Nam-myoho-renge-kyo y no bajen los brazos, sigan andando, aunque sea de a uno o dos milímetros por vez. Sí perseveran así toda la vida, cuando finalmente miren atrás, verán que han salido de la jungla. Cuanto más sufran, cuantas más tristezas experimenten, y más daimoku entonen, más profunda será su vida». [2]

Es en este sentido que creer en nuestra propia capacidad para afrontar los desafíos que tenemos por delante influye directamente en la disposición a decidir y actuar. Algunos autores como Albert Bandura señalan esta concepción como «autoeficacia», entendiéndolo como la creencia que tiene una persona en su capacidad para lograr resultados específicos o llevar adelante determinadas tareas u objetivos. Se diferencia de la autoestima, porque «la autoeficacia se centra en la creencia en nuestra capacidad en áreas específicas (por ejemplo, tareas académicas, actividades deportivas, proyectos laborales)». [3] Para Bandura, «la autoeficacia es la creencia de una persona en su capacidad para tener éxito en una situación específica». [4]

Por lo tanto, se trata de una percepción o juicio sobre lo que creemos que podemos hacer, no una evaluación objetiva de las propias habilidades. Es como si fuera el filtro o los anteojos con los que vemos la realidad o a nosotros mismos. Si pensamos: «encontrar un trabajo en estas condiciones es sumamente difícil, más si no tengo experiencia, no creo que pueda lograrlo», esa creencia va a influir significativamente en la motivación que tengamos para salir a buscar trabajo, armar nuestro currículum, o en nuestra conducta, a veces ocasionando que nos quedemos esperando que llegue esa «propuesta ideal», o el momento perfecto en el que tengamos la suficiente experiencia o confianza en nosotros mismos para lanzarnos a ese desafío.

Erich Fromm, quien fue un psicoanalista, sociólogo y filósofo humanista nacido en Alemania a comienzos del siglo XX, dedicó sus estudios y el desarrollo de sus obras a profundizar sobre sus ideas acerca de la libertad, el amor y el potencial del ser humano. Desde una mirada centrada en el ser humano, señala que la «esperanza es un concomitante psíquico de la vida y el crecimiento». [5] Esto significa que, para el autor, la esperanza no es una simple ilusión o deseo pasivo, sino un impulso vital inherente al ser humano.

A su vez, Fromm sostiene que «la esperanza es un elemento intrínseco de la estructura de la vida, de la dinámica del espíritu del hombre», [6] y que «se halla estrechamente ligada a otro elemento de la estructura vital: la fe». [7] Afirma que la misma no es una creencia débil o un simple anhelo, sino una «convicción acerca de lo aún no probado, el conocimiento de la posibilidad real». [8] Esto implica que tanto la esperanza como la fe son aspectos centrales en la vida del ser humano que nos propulsan a actuar y avanzar más allá de las circunstancias o de las creencias negativas que en ocasiones podamos tener acerca de nosotros mismos. 

Desde esta misma óptica, en su diálogo con el filósofo y académico Lou Marinoff, el maestro Ikeda enfatiza acerca del valor del optimismo para el desarrollo interior del ser humano, y expresa:

«En una sociedad como la de hoy, tan expuesta al estrés y a la ansiedad, ¿cómo aprender a vivir con más optimismo y esperanza? Ha llegado la hora de preguntarnos cómo mejorar nuestra salud psicológica, para vivir de manera más plena y humana… Los psicólogos han descubierto que el optimismo es un factor fundamental para los supervivientes de naufragios, que a veces pasan días en balsas a la deriva en medio del océano, expuestos a los elementos y otros peligros. Es frecuente que sufran escasez de comida y agua. Quienes mantienen una actitud positiva y creen que tarde o temprano serán rescatados tienen más posibilidades de sobrevivir a esa dura prueba que quienes desesperan y renuncian a la esperanza. Este principio es válido no solo para circunstancias extremas sino también para la vida cotidiana. Todos conocemos a personas que suelen enfatizar los aspectos positivos de una situación y a otras que hacen hincapié en los negativos. En situaciones corrientes, enfatizar lo positivo casi siempre produce mejores resultados que enfatizar lo negativo». [9]

Por lo tanto, todo depende de la postura interior de cada individuo. Ante una misma realidad, la respuesta psicológica de las personas es distinta; por eso, los caminos de la vida son diferentes para unos y otros. Es por esta razón que, tal como afirma el maestro Ikeda, «la forma en que cada uno ve el mundo y responde emocionalmente a él está relacionada con su estado de vida… Creo que el optimismo verdadero es sinónimo de fe absoluta en las posibilidades humanas; es confianza inamovible en nuestra capacidad de superar cualquier adversidad; es valor para persistir sin desmayo en la superación personal y en el mejoramiento del mundo circundante. El budismo enseña que es el yo, el sujeto, lo que transforma la realidad y lo que crea nuevo valor en todas las circunstancias». [10] 

¡Con este espíritu de no dejarnos vencer por ninguna circunstancia, desarrollemos nuestro potencial al máximo y expandamos nuestros propios límites hasta donde no sabíamos que podíamos! Entonces, cada dificultad, cada sufrimiento que encontremos en el camino, será una oportunidad para fortalecernos y crecer.

El maestro Ikeda resalta:  «La fe en el budismo de Nichiren Daishonin comienza por tomar conciencia de que en cada uno de nosotros existe el gran estado de vida del Buda. En otras palabras, entonar Nam-myoho-renge-kyo es una batalla contra la ignorancia o la oscuridad que no nos deja aceptar la verdad de que nosotros mismos somos budas. Por eso requiere una dedicación tan seria. La práctica del daimoku nos permite superar nuestras dudas y trascender los límites de nuestro yo inferior. Nam-myoho-renge-kyo es el poder fundamental que puede transformar incluso la aflicción en un torrente de creatividad… «¡Decidan que su vida misma es Nam-myoho-renge-kyo!»….Quienes creen firmemente que su vida corporifica la Ley Mística no tienen que temer a nada».[11]




CITAS

[1] Véase: 

https://www.psimammoliti.com/recursos/blog/dejar-las-cosas-por-la-mitad-procrastinacion-y autosabotaje-emocional

[2] IKEDA, Daisaku: La sabiduría para ser feliz y crear la paz, Buenos Aires: Azul Índigo, 2022, vol. 2, pág. 301.

[3] Véase: https://www.simplypsychology.org/self-efficacy.html 

[4 ] Ib.

[5] FROMM, ERICH: La revolución de la esperanza, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica , 1970, pág. 22.

[6] Ib., pág. 23.

[7] Ib.

[8] Ib.

[9] MARINOFF, Lou e IKEDA, Daisaku: El filósofo interior, Barcelona: Ediciones B., 2012, pág. 35.

[10] Ib., pág. 36.

[11] IKEDA, Daisaku: Un espíritu invencible: Ser campeones a quienes nada pueda derrotar 

© Humanismo Soka - 2024

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