Humanismo Soka
Compañeras del Kayo-kai Ikeda,
sean jóvenes mujeres
precursoras del kosen-rufu,
seguras de que su valiosa juventud
les brindará beneficios eternos.
Cada día recibo cartas enviadas por las miembros del Kayo-kai Ikeda del Japón y del mundo, donde me informan sobre su espléndido crecimiento y desarrollo. Siento como si se estuviera abriendo un magnífico portal victorioso para nuestro movimiento Soka en el siglo XXI. Tanto mi esposa como yo estamos realmente felices.
Las miembros del Kayo-kai, dedicadas a jóvenes que practican la Ley Mística, están desplegando una vibrante actividad en todo el mundo, incluido el continente americano: los Estados Unidos, Canadá, México, Panamá, Brasil, Argentina, Perú y Chile.
En Oceanía, llevan a cabo su actividad en Australia, Nueva Zelanda y Micronesia. En Europa, en Francia, Italia, el Reino Unido, Alemania, Holanda y Eslovenia.
En Asia, en Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán, Filipinas, India, Malasia, Singapur, Tailandia, Indonesia y Camboya.
Por último, en África, brillan en Costa de Marfil, Camerún y Zambia. Y esto no es, de ningún modo, una lista exhaustiva.
¡Sean fuertes
y hermosas,
mis entrañables camaradas de la DJF!
¡Hoy, vuelvan a acumular
una buena fortuna imperecedera!
El 18 de febrero de este año, escuché por primera vez la letra del borrador original de un nuevo tema musical titulado «El juramento del Kayo-kai Ikeda», que hoy entonan nuestras jóvenes en todo el Japón y también en otras partes del mundo [en sus versiones traducidas]. Al escucharlo, pensé que era una hermosa canción, y que sus compositores habían hecho una excelente tarea. Pero a la vez sentí que podían mejorar mucho más con el espíritu de desafío que impera en el Kayo-kai, de superar con creces ese primer resultado para componer no sólo «una bella canción», sino un tema que perdurase en el alma de muchas generaciones. Esta es mi convicción, porque creo de verdad en el potencial de las jóvenes líderes que he forjado. Ese día, compartí este profundo sentir, en una reunión ejecutiva conjunta para el Departamento Femenino y el Departamento Juvenil Femenino.
Unidas con un mismo propósito, las compositoras del Kayo-kai Ikeda se lanzaron a reescribir la canción dispuestas a hacer algo sublime. Sostenidas por su daimoku y por su vitalidad apasionada, ellas insuflaron en la letra un juramento mucho más hondo y un compromiso mucho más esencial.
Los maestros creen en sus discípulos. Precisamente por la inmensa fe y la esperanza que depositan en sus sucesores, no son complacientes con ellos, y los entrenan de manera exhaustiva y rigurosa. Los discípulos que responden con alma y vida a esta confianza del maestro, despliegan un poder y una capacidad incalculables. Este es el ritmo primordial del maestro y el discípulo… Es una sinfonía de victoria.
Dos días después, escuché la nueva versión del tema del Kayo-kai. Lo habían reescrito por completo... Ahora, rebosaba de alegría vibrante.
Princesas de la victoria,
vivan su juventud
apasionadamente
y al máximo,
superando toda adversidad.
Uno de los libros que las miembros del Kayo-kai original estudiaron con el señor Toda, allá en los años cincuenta, fue Mujercitas. La autora, Louisa May Alcott (1832-1888), observó con ironía y humor en su diario juvenil: «Creo que el desencanto ha de ser algo bueno en mi vida. Es tanto lo que aprendo de él, y son tantos los golpes que el destino me está dando, como si me quisiera ablandar, que terminaré siendo una manzana dulce y madura antes de morir». La juventud es una época sembrada de incontables problemas y desafíos. La sociedad nunca permanece inmóvil. Hay períodos en que uno se siente estancado en su trabajo. O a veces uno se enferma… Y las relaciones personales siempre traen su cuota de dificultad. A veces, uno envidia la suerte de otras personas. Y posiblemente haya días en que uno quiera echarse a llorar de frustración o de resentimiento.
Sin embargo, la esencia del budismo del Daishonin es que los deseos mundanos conducen a la iluminación. Sin sufrimiento, sin problemas, no podemos hacer que surja la sabiduría de la iluminación, no podemos crecer y tampoco podemos manifestar la Budeidad.
Una mujer que practica esta suprema filosofía de esperanza, el budismo de Nichiren Daishonin, puede avanzar con optimismo y confianza en sí misma, en toda ocasión, aun cuando las cosas no salgan de acuerdo a lo planeado.
El Daishonin nos enseña: «Sufra lo que tenga que sufrir; goce lo que tenga que gozar. Considere el sufrimiento y la alegría como hechos de la vida, y siga entonando Nam-myoho-renge-kyo, pase lo que pase».[1] Cuando no se sientan bien, por favor hagan daimoku fiel a sus sentimientos, tal como se encuentren. Sin falta, abrirán un camino hacia el avance. Con fe, no hay absolutamente ninguna adversidad o estancamiento que no podamos superar.
Muchas personas desperdician su juventud, absorbidas en sus propios intereses y problemas personales. En cambio, los que dedican sus años juveniles al trabajo enérgico enfocado en el gran juramento del kosen-rufu descubren que cuanto más grandes son sus desafíos, más elevado es su estado de vida y mayor es la buena fortuna que acumulan.
Por favor, recuerden que nada puede destruir el poderoso estado de vida que uno mismo forja a través de su lucha espiritual.
Lo importante es que aprovechen todas sus experiencias —las malas y las buenas— como un poderoso trampolín para saltar hacia adelante, mientras recorren con optimismo el sendero de su juventud. Si actúan valientemente para impulsar la causa del bien, sin falta producirán cambios. Si dialogan sinceramente con los semejantes, crearán un ámbito de comprensión y harán nuevos aliados y amigos. Es más, las acciones basadas en la oración sincera siempre generan la protección de las funciones universales. Quienes rehúsan darse por vencidos son los que finalmente triunfan.
Cada día, las jóvenes mujeres del Kayo-kai Ikeda están escribiendo una historia inmortal; su juventud brilla en todo el mundo con un valor incomparable.
La red de victoria juvenil que está tendiendo el Kayo-kai Ikeda ha comenzado a disipar las oscuras nubes que se ciernen sobre la sociedad y a iluminar este siglo atribulado con la luz de su enorme esperanza.
Espero que sigan su marcha vivaz, optimista y radiante hacia la victoria, cantando con brío la canción del Kayo-kai. Mi esposa y yo estamos orando por ustedes y velando por su crecimiento; sus sonrisas luminosas son, para nosotros, la recompensa más inmensa y gratificante.
Por último, también quiero dedicar a las nobles miembros del Kayo-kai Ikeda del mundo un poema que, tiempo atrás, escribí para la DJF de la región de Tokio:
Si tienen coraje
en la fe,
no deben temer a nada,
pues el mundo entero
es una tierra de Buda.
(Traducción del artículo publicado el 3 de junio de 2009 en el Diario Seikyo, periódico de la Soka Gakkai).
[1] Los escritos de Nichiren Daishonin (END), Tokio: Soka Gakkai, 2008, pág. 714.